6. La concepción del Estado desde la perspectiva marxista




1                           La concepción del Estado desde la perspectiva marxista


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Por "marxismo" se entiende el acumulado de  ideas,  conceptos,  tesis,  teorías,  formulaciones de metodología científica y de estrategia política, en general la noción del mundo, de la vida asociada y de la política, meditadas como un cuerpo homogéneo de propuestas hasta establecer una auténtica "doctrina", que se derivan de las obras de Karl Marx y de Friedrich Engels.

Engels fija en 1845, la fecha de nacimiento de la concepción  Materialista de las  Historia, como sistema teórico para analizar la historia y la sociedad, con la publicación de “Tesis  sobre Feuerbach” escrito por Marx. Pero es con “La Ideología Alemana”, escrita por ambos entre 1845 y 1846 en Bruselas, pero publicado por primera vez en 1932, cuando de manera extensa se exponen los conceptos fundamentales de la concepción materialista de la historia. Marx no escribió ninguna obra que tratara de manera específica el tema de la teoría del Estado pero puede colegirse su idea acerca del tema a partir de su  teoría general de la historia y de la sociedad.

En el II Congreso  de la Liga de los Comunistas (celebrado en Londres en noviembre de 1847) encomienda a Marx y a Engels la redacción de un detallado programa teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido, así nace el Manifiesto Comunista. Este documento (publicado por primera vez en Londres en febrero de 1848), de objetivos fundamentalmente políticos ha servido para difundir los principios teóricos de la conceptualización marxista de la historia. Entiéndase bien, no es un libro de historia, es un manifiesto político, de difusión de un programa político en unas circunstancias históricas particulares.

Después de sufrir distintos episodios de expulsiones y exilios en distintas ciudades de Francia, Bélgica y Alemania, Marx, decide quedarse a vivir definitivamente en Londres. 

En 1849  escribe "El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte" el cual es un  análisis concreto de los sucesos revolucionarios de Francia entre 1848 y 1851. Es una de las obras más importantes del marxismo. Aquí aplica su concepción materialista de la historia como método de análisis e interpretación. Engels, en el prólogo que le hace a este libro en 1885 afirma:

Fue precisamente Marx el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley según la cual todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son, en realidad, más que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales, y que la existencia, y por tanto también los choques de estas clases, están condicionados, a su vez, por el grado de desarrollo de su situación económica, por el carácter y el modo de su producción y de su cambio, condicionado por ésta.[2]

En este libro (primera edición, Boston, 1852; segunda edición, Hamburgo; 1869, tercera edición, Alemania, 1885), Marx usa las categorías de “lucha de clases”, “fuerzas productivas”,  “relaciones de producción”, “modo de producción”, aplicadas acertadamente para explicar aquel episodio histórico.

Como primer fruto de esos años de estudios económicos apareció en 1859 la "Contribución a la Crítica de la Economía Política”. Esta obra contiene la primera exposición sistemática de la teoría del valor de Marx, incluyendo la teoría del dinero. Es decir, con esta obra da inicio a su obra cumbre: “El Capital”, desplegando algunos conceptos que desarrollará ampliamente en este libro que develará los resortes que mueven la economía política de la sociedad burguesa, la sociedad capitalista. Además desarrolla la concepción teórica “relaciones: estructura-superestructura”.

La concepción materialista de la historia tiene la pretensión de sentar las bases para el desarrollo de una ciencia de la sociedad y en tal sentido formular un cuerpo teórico que pueda desentrañar el sentido del devenir de la humanidad. Cuando nace a mediados de la quinta década del siglo decimonónico resultó un verdadero salto conceptual para la comprensión de la sociedad y de la historia. En este sentido, dice  Engels ante la tumba de su amigo:

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él, bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo.[3]

Hasta ese momento, toda la concepción de la historia partía del  supuesto de que las causas de todas las transformaciones históricas habían de buscarse en las ideas de los hombres, y de que de todas las transformaciones, las más importantes, las que regían toda la historia, eran las políticas. No se inquirían de dónde les vienen a los hombres los pensamientos ni cuáles son las fuerzas motrices de los cambios políticos. Pues bien, Marx y Engels demostraron que toda la historia de la humanidad,  es una historia de luchas de clases, que todas las luchas políticas, tan variadas y complejas, sólo giran en torno al poder social y político de unas u otras clases sociales; pero, ¿qué es lo que hace nacer y existir a estas clases? Las condiciones materiales, tangibles, en que la sociedad en una época determinada produce y cambia lo necesario para su sustento.

En el prefacio a la “Contribución a la Crítica de la Economía Política” se encuentra la formulación más completa de la concepción materialista de la historia, desde la perspectiva de Eric Hobsbawm. Al respecto, dice este historiador marxista:

Hay que preguntar, por supuesto, si uno puede rechazarla y seguir siendo marxista. Sin embargo está clarísimo que esta formulación ultraconcisa requiere que se le amplíe: la ambigüedad de sus términos ha dado pie a un debate en torno a exactamente qué son las “fuerzas” y las “relaciones” sociales de producción, qué constituye la “base económica”, la “superestructura”, etcétera. [4]

Es cierto, cualquiera podrá leer, muchas veces,  este afamado y polémico prefacio y no podrá dejar de aceptar esta afirmación de Hobsbawm. Partiendo de este prefacio se ha llegado a las corrientes deterministas o dogmáticas del marxismo. Aquellas que afirman que la superestructura es simple reflejo de lo que ocurre a nivel económico. No dejando ningún margen de autonomía a aquella. Por supuesto, los enemigos del marxismo en tanto concepción revolucionaria, también toman interesadamente parte de lo afirmado en el prefacio para acusar a Marx de economicista y unilateralista. Dada la importancia de este prefacio, se hará un ejercicio de revisión un poco más detenido de su contenido para extraer algunas reflexiones acerca de esta concepción de las sociedades. Al comienzo  de este prefacio, Marx afirma:

El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de las fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia.[5]  (Las negritas son nuestras).

Marx admite que es un resultado general y que le sirvió de guía. Guía no es camisa de fuerza. Los términos no pueden tomarse al pie de la letra, sino como los usó Marx, como guía. Les ayudaron a andar pero no les preestablecieron un destino.


En cuanto a las relaciones de producción, se pueden realizar las preguntas: ¿se refiere a las relaciones que se establecen entre los que están produciendo directamente? ¿o incluye a las relaciones que se establecen entre quienes producen entre sí, pero también entre estos y los que consumen, y entre estos últimos y quienes les venden los productos, etc.? 

En este mismo libro, Marx afirma que la producción es consumo y el consumo es producción. “Primeramente, en cuanto el producto no se hace realmente producto sino en el consumo; por ejemplo un vestido se convierte verdaderamente en un vestido cuando se lleva puesto . . . En segundo lugar el consumo produce la producción, en cuanto crea la necesidad de una nueva producción  . . .”[6]  Por otro lado, cuando refiere a  las fuerzas productivas, ¿a qué se está refiriendo? ¿a la tecnología (herramientas, equipos, maquinarias, etc.)? Pero como la tecnología no opera sola, debe referir necesariamente también a los hombres que las operan cuando trabajan, por lo tanto, socialmente. 

Es decir el concepto de relaciones de producción incluye a las fuerzas productivas y viceversa. Pero debemos agregar que la tecnología es conocimiento, forma y aplicación de pensamiento, cultura, una forma de entender, resolver problemas que a su vez implica una forma de verlos. ¿No está todo esto último dentro de lo que llama Marx, superestructura, es decir cierta forma de conciencia? Además, la gente cuando trabaja no se puede quitar la cabeza, por el contrario, es cuando mejor debe usarla, en otras palabras, hacer uso del  repertorio de experiencia sociocultural.

Además,  si producción es consumo y viceversa, bien se sabe la manera en que  lo subjetivo cruza plenamente el territorio del consumo. Y por supuesto todo esto tiene que ver con el asunto de la propiedad, tanto de los medios de producción como de los productos  (objetos producidos y consumidos). Y al hablar de propiedad se atraviesa el territorio de lo jurídico y de lo político. 

Como puede observarse, los análisis (separar un “todo” en sus “partes” para comprenderlo mejor, visualizando las relaciones entre estas) no nos pueden llevar a entender que la realidad, en verdad, está formada por pedazos de cosas como si fuera un rompecabezas, o las piezas de una máquina, no se puede confundir el mapa con el territorio. En este caso, se puede afirmar que los contenidos de la estructura y la superestructura no están separados, y se entrecruzan e intercambian en la realidad concreta. Nadie puede saber, dónde termina una y comienza la otra. Por otro lado, Hobsbawm, objeta que 

“como un modo de producción dado es compatible con tipos n de conceptos, estos no pueden explicarse mediante reducción a la base. Así sabemos de sociedades que tienen la misma base material pero formas muy variadas de estructurar sus relaciones sociales, su ideología y otros rasgos superestructurales.” [7]

Las relaciones estructura-superestructura no son mecánicas ni permiten la sujeción absoluta de la segunda por la primera. Sin embargo, el mismo historiador afirma:
La verdad básica sigue siendo que el análisis de cualquier sociedad, en cualquier momento de la evolución histórica, debe comenzar con el análisis de su modo de producción: es decir de: a) la forma técnico-económica del “metabolismo del hombre y la naturaleza” (Marx), la manera en que el hombre se adapta a la naturaleza por medio del trabajo; y b) las medidas sociales por medio de las cuales se moviliza, despliega y asigna el trabajo.[8]

Quizás, pueda justificar esta afirmación, porque partiendo desde donde indica Hobsbawm, el análisis resulte más fácil de emprender. Pero se puede comenzar por cualquier lado. El mismo Marx, “se topó” con las “bases materiales” de la sociedad, cuando intentó profundizar en los estudios sobre los delitos forestales y la propiedad rústica en una región renana, en 1842, es decir. . . comenzó estudiando lo jurídico, al profundizar, llegó “necesariamente” a lo económico.

La relación entre la realidad y la conciencia social que de esta se deriva, constituye una de las afirmaciones de Marx, más sometidas a los ataques de sus adversarios: “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina la conciencia.”[9] (Las negritas son nuestras).

La producción de la vida material (el trabajo que realizan los seres humanos  transformando la naturaleza en función de sus necesidades) es social, un asunto colectivo. Y en tanto que social, es político o potencialmente político. En todo caso, se puede afirmar que condiciona (no determina), el resto de la “vida social, política e intelectual en general”.

La conciencia de los seres humanos también es realidad, en tanto que realmente es su conciencia. No toda la realidad es tangible. Pero el hecho que no se pueda “tocar” no la invalida como real. Además, la realidad, no solamente es “lo que es”, lo observable y lo tocable, sino, sobre todo, relación. Un sistema de relaciones, donde sujeto y objeto van unidos. Y no hay sujeto sin subjetividad. Lo real es subjetivo, lo subjetivo es real.

Los hombres adquieren conciencia del conflicto nacido en seno de las relaciones económicas, es decir entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, bajo las formas ideológicas, en el terreno de la superestructura. Gramsci (Cerdeña, 1891-Roma, 1937), plantea que

Una vez establecido su vínculo con la estructura, las ideologías y las actividades políticas devienen el verdadero terreno donde los hombres toman conciencia de los conflictos que se desarrollan en el terreno de la estructura, lo que le da un valor “estructural” y confirma la noción del bloque histórico donde las fuerzas materiales son “el contenido, y las ideologías son la forma”[10]

Para Gramsci, el motor dinamizador del bloque histórico[11] está en la superestructura. La inclinación de la historia estriba de la conciencia que tal o cual grupo tiene de las posibilidades de acción y de lucha que le son facilitadas u otorgadas por las condiciones objetivas dadas; una vez registradas las condiciones materiales de su quehacer como medio,  el grupo social se vuelve libre para convertirlas en medio de liberación, en arma para crear una nueva representación ético-política, en comienzo de nuevas iniciativas.Se pasa entonces del momento meramente económico al momento ético-político, es decir, a la elaboración superior de la estructura en superestructura, en la conciencia de los hombres. El paso de lo objetivo a lo subjetivo y de la necesidad a la  libertad. 

Muy lejos queda la visión mecanicista que condena a la superestructura a mero reflejo pasivo de la estructura. Si bien, es cierto que se pueden explicar las contradicciones existentes a nivel superestructural, partiendo de las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, es decir de la estructura económica, no es aquí donde se resuelven estas contradicciones sino a nivel de la conciencia, la lucha política, en otras palabras, el escenario donde se despliegan y evidencian las fuerzas revolucionarias está en la superestructura. Más aún, cuando es en la expresión jurídica de las relaciones de producción (relaciones de propiedad) donde se establecen las trabas para el desarrollo de las fuerzas productivas en un momento dado. 

No basta que evolucione la estructura económica para cambiar la sociedad toda. Es condición necesaria pero no suficiente. Ahí puede suponerse el papel de los hombres en la historia. Recuérdese  que todo esto se explica en el terreno conceptual, en el análisis, porque en la realidad concreta, es difícil separar relaciones de producción de fuerzas productivas, y estructura de superestructura.

 A partir de la crítica a la filosofía del derecho y del Estado de Hegel, que lo lleva a trastocar  la relación acostumbrada entre sociedad  y Estado, Marx propone una teoría del Estado estrechamente vinculada con su teoría general de la sociedad y de la historia que desarrolla a partir  del estudio de la economía política. Esta teoría general le posibilita realizar una interpretación y a la vez  una crítica del Estado burgués en las diversas formas en que se presenta, mientras propone una interpretación y unas posibilidades relativas al Estado que deberá sustituir al burgués; por último, colegir el ocaso o la extinción del Estado.  

   En la obra  de Marx se puede encontrar  (de manera implícita), una crítica a los filósofos occidentales que escribieron en torno al Estado: Hobbes, que veía en el Estado la forma racional de la existencia del hombre, garante el orden y la paz y que es el único interés común de los hombres en sociedad;  Locke,  que conceptuaba al Estado como árbitro imparcial por encima de las partes que impide la degeneración de la sociedad natural en un estado permanente de conflictos; Rousseau, quien consideraba al Estado como expresión de la voluntad general de renunciar a la libertad natural individual en  favor de todos, adquiriendo así, libertad civil  y moral y siendo aún más libres; Kant, quien consideraba al Estado  como medio a través del cual es posible la actuación empírica  de los principios jurídicos ideales para la coexistencia de las libertades individuales quienes pasan del estado de naturaleza al Estado; Hegel, defensor de la visión del Estado como expresión de la voluntad sustancial (ideal), racional en sí y  de por sí, lo que obliga a asumir a los individuos como deber supremo el formar parte del Estado aceptando su autoridad  suprema y orientación. Marx  cuestiona no solamente el método especulativo de Hegel (en su “Filosofía del Derecho”), sino también sus conclusiones que dan prioridad al Estado sobre la familia y la sociedad civil, las cuales constituyen expresiones sociales, históricamente anteriores al Estado. 

Para Marx, no es la sociedad civil la que debe subordinarse al Estado sino por el contrario, la sociedad civil debe absorber al Estado en un proceso de verdadera democracia.

Marx considera al Estado, entendido como el conjunto de las instituciones políticas, en que se concentra la máxima fuerza imponible y disponible en una determinada sociedad, pura y simplemente como una superestructura respecto a la sociedad prestatal, que es el lugar donde se forman y se desarrollan las relaciones materiales de existencia y, en cuanto superestructura, destinado a desaparecer a su vez en la futura sociedad sin clases.[12]

El Estado como parte de la superestructura y en este sentido, se  apoya en la preexistencia de la sociedad civil  y en las condiciones materiales de vida de los seres humanos. Al cambiar las condiciones materiales de existencia cambiaría el Estado y al desaparecer las clases sociales desaparecería el Estado. 

Por otro lado, Bobbio afirma que:

El condicionamiento de la superestructura política por parte de la estructura económica o, lo que es lo mismo, la dependencia del Estado de la sociedad civil, se manifiesta en que la sociedad civil es el lugar donde se forman las clases sociales y se expresan sus antagonismos, y el Estado es elaparato o el conjunto de los aparatos, de los cuales el determinante es el aparato represivo (el uso de la fuerza monopolizada), cuya función principal es, por lo menos en general, y salvo casos excepcionales, impedir que el antagonismo degenere en lucha perpetua (que sería un retorno puro y simple al estado de naturaleza), no ya mediando los intereses de las clases contrapuestas sino reforzando, es decir contribuyendo a mantener, el dominio de la clase dominante sobre la clase dominada.[13]

Para el marxismo, el Estado no es un órgano mediador entre las distintas partes de la sociedad, ni el pacto, acuerdo  o contrato entre los individuos para reglamentar sus actuaciones en beneficio de cada uno de los individuos y/o de la sociedad toda,  ni es la materialización de la idea (o razón) en la sociedad y a historia humana en su proceso de perfeccionamiento. 

Para el marxismo el Estado es un instrumento de dominación de una clase social sobre las otras. Y en la época moderna, el Estado Nacional como instrumento de dominación de la clase burguesa tiene como fundamental objetivo apoyar la explotación del trabajo asalariado. De ahí que Lenin asegure que “Las naciones son un producto inevitable y una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo de la sociedad.”[14] Y al hablar de nación es obligante referir a su creador: El Estado Nacional.

Del Estado controlado y al servicio de la clase burguesa, Marx propone un Estado bajo el dominio del proletariado (el gobierno de la clase obrera. Engels lo denominó “dictadura del proletariado”). Este gobierno de los obreros no consiste en simplemente tomar posesión del Estado que estaba al servicio de la burguesía sino y sobre todo, la creación de nuevas instituciones y  la destrucción de las viejas. Cada clase debe garantizar contar  con un Estado que se ajuste a sus intereses de clase dominante.

 A partir de la experiencia de la Comuna de París, Marx planteó algunas acciones que podría implementar el Estado bajo la hegemonía obrera:  desaparición del ejército permanente y de Ia policía asalariada, y su sustitución por el pueblo armado; funcionarios  de elección o bajo el control popular y por lo tanto responsables y revocables; jueces elegibles y revocables; sobre todo sufragio universal para Ia elección de los delegados (gobernantes de distinto nivel) con mandato revocable; disolución de la tan aludida pero fingida separación de los poderes, entre otras.

Este gobierno revolucionario de la clase trabajadora debe conducir a la extinción del Estado (sociedad comunista o sociedad sin clases sociales).En tal sentido, este Estado proletario se convierte en Estado de transición porque si bien es  cierto que los obreros al tomar el poder del estado no lo destruyen en cuanto instrumento de dominación  de una clase sobre las otras, se entiende que crearía las condiciones para su desaparición a través de la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, la extinción de la división del trabajo y de las clases sociales.

Este concepto se vio enfrentado a dos corrientes teórico políticas de la época: la socialdemócrata y la anarquista. Los socialdemócratas planteaban que se podía tomar al Estado Burgués y no destruirlo sino ponerlo al servicio de los trabajadores, el Estado como protector de los trabajadores, planteaban la vía de las reformas y rechazaban  la revolución violenta y la expropiación de los medios de producción. Marx, como se acaba de afirmar planteaba la destrucción del Estado Burgués y su sustitución por un Estado de los obreros, como Estado de transición. Los anarquistas proponían la destrucción total del Estado sin pasar  por el Estado de transición, Marx le respondió que era necesario mantener el Estado porque la burguesía habría sido derrotada pero no aniquilada por lo que haría falta la presencia de un aparato represivo a servicio del proletariado para mantener a raya las pretensiones restauradoras de la burguesía y dirigir el proceso de alcanzar los objetivos  históricos de la revolución proletaria.

Hay que contextualizar el proceso en el cual Marx y Engels construyen su novedosa concepción materialista de la historia. Combatían con toda suerte de teóricos que defendían los intereses de la burguesía y del capitalismo, además de luchar contra sus propios padres teóricos como Hegel y Feuerbach.  Así que tuvieron que remarcar fuertemente en lo material que se había mantenido totalmente invisible bajo la maraña ideológica de aquella época. Ese énfasis en las bases materiales de la existencia humana era el recurso para dinamitar las concepciones conservadoras e idealistas a las que se oponían y que se vieron obligados a desenmascarar.

Se apoyaron en los aportes más importantes de las ciencias para la época. Considérese que las ciencias que más se habían desarrollado eran la física y las  ciencias naturales, las que a su vez partían de los aportes teórico-filosóficos de Francis Bacón, Descartes y Newton, padres del nuevo paradigma que había echado por tierra los paradigmas vigentes durante la edad media. Como el mismo Marx lo plantea, el nuevo paradigma de ese momento está marcado e influido por el desarrollo de la industria y las maquinas, de ahí que se muestre, en ciertos aspectos,  mecanicista, explicando el mundo como un conjunto de piezas separadas que se articulan para funcionar. Se puede afirmar que todos los teóricos de los siglos XVIII y XIX y parte del XX han estado influenciados por el paradigma mecanicista (cartesiano-newtoniano). Y Marx y Engels, como potentes mentes de su época no podían escapar a esa influencia. Todo el aporte científico de los últimos siglos está en deuda con Descartes y Newton. Sólo a partir de la teoría de la relatividad de Einstein y toda la teoría cuántica,  a mediados del siglo pasado se está transitando hacia la construcción de un nuevo paradigma cercano a una visión más totalizante y de sistema.

Ni siquiera se hablaba de psicología y mucho menos de Psicoanálisis surgidas a comienzos del siglo pasado. Marx no contaba con este recurso teórico para apoyarse en sus investigaciones. No pudo profundizar en el estudio de las subjetividades. No había avances científicos en ese sentido para ese momento. En este orden de ideas,  Josep Fontana afirma que: “Marx y Engels han recibido los conocimientos históricos que les proporcionaba la ciencia de su tiempo, los han enriquecido en algunos aspectos y, sobre todo, los han reinterpretado genialmente; pero no podían suplir lo que no existía.”[15]

Los aportes de Marx, viéndolos en perspectiva, fueron definitivamente extraordinarios: crear la concepción materialista de la historia (aunque no creó el concepto de la lucha de clases. Lo hizo un francés); descubrir y enunciar en un lenguaje impecable, la teoría de la plusvalía para explicar el enriquecimiento capitalista lo cual ocultaron (o no quisieron o no pudieron hacer) Adam Smith,  Ricardo y demás gurús de la economía política burguesa; ser el motor principal de la Primera Internacional, la cual sirvió de base para la creación de todos los partidos comunistas del mundo; y la creación de una teoría de transición del capitalismo al socialismo: La teoría del socialismo científico. No podían dejársele de escapar asuntos importantes. Y si se consideran las condiciones de pobreza, persecución y acoso político, exilios y enfermedad en las que tuvo que vivir,  no puede dejar de ser considerado como un esfuerzo asombroso.

Como buenos alemanes, Marx y Engels, sólo podían ver con y desde los ojos de Europa. Además una Europa pujante que venía de vencer los postulados de la edad media, vencer a la monarquía y a la nobleza e iniciar una nueva era. La era de la burguesía, las democracias representativas, y su sistema de naciones modernas y Estados Nacionales.


[1] GUEVARA, Ernesto “Che”: Apuntes Críticos a la Economía Política. 2006. Pág. 37
[2]Carlos Marx: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.Pág. 7
[3] Federico Engels: Discurso Ante la Tumba de Marx. Pág. 1
[4]Eric Hobsbawm: Sobre la Historia. 2002. Pág. 167.
[5]Carlos Marx: Contribución a la Crítica de la Economía Política. 1976. Pág. 37.
[6] Ibíd.  P. 257
[7] Eric Hobsbawm: ob. cit. P. 168
[8] Ídem.
[9]Carlos Marx: Ob. cit. P. 37. 
[10]PORTELLI, Hugues: Gramsci y El Bloque Histórico”. 2007. Pág. 50
[11]El concepto de Bloque Histórico es considerado por la mayoría de los estudiosos del pensamiento Gramsciano como la categoría clave de su concepción de la sociedad y de la historia (su interpretación del materialismo histórico). Aun cuando sus estudiosos no se han terminado de poner de acuerdo acerca de su contenido, el Bloque histórico debe ser considerado desde un triple aspecto: 1. Las relaciones entre estructura y superestructura (relación visualizada desde su unidad). 2. Sistema de valores culturales que penetra, socializa e integra en un sistema social y 3.  La construcción de un nuevo sistema hegemónico como requisito para crear un nuevo Bloque Histórico. Aquí el sistema hegemónico no refiere sólo a la hegemonía política como  lo planteaba Lenin cuando enfatizaba la necesidad de la dictadura del proletariado, sino, y sobre todo, como hegemonía cultural. Toda revolución es cultural o no lo es.
[12]BOBBIO, Norberto: Ni con Marx ni contra Marx.1999.Página 137
[13] Ibíd. Página 138
[14]LENIN,  V. I.: Obras escogidas. Tomo I. 1961. Pág. 45
[15]FONTANA Josep: Historia, Análisis del Pasado y Proyecto Social. 1999. Pág. 162

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