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La
concepción del Estado desde la perspectiva marxista
Por "marxismo" se entiende el acumulado
de ideas, conceptos,
tesis, teorías, formulaciones de metodología científica y de
estrategia política, en general la noción del mundo, de la vida asociada y de
la política, meditadas como un cuerpo homogéneo de propuestas hasta establecer
una auténtica "doctrina", que se derivan de las obras de Karl Marx y
de Friedrich Engels.
Engels fija
en 1845, la fecha de nacimiento de la concepción Materialista de las Historia, como sistema teórico para analizar
la historia y la sociedad, con la publicación de “Tesis sobre Feuerbach” escrito por Marx.
Pero es con “La Ideología Alemana”, escrita por ambos entre 1845 y 1846 en
Bruselas, pero publicado por primera vez en 1932, cuando de manera extensa se
exponen los conceptos fundamentales de la concepción materialista de la
historia. Marx no escribió ninguna obra que tratara de manera específica el
tema de la teoría del Estado pero puede colegirse su idea acerca del tema a
partir de su teoría general de la
historia y de la sociedad.
En el II Congreso
de la Liga de los Comunistas (celebrado
en Londres en noviembre de 1847) encomienda
a Marx y a Engels la redacción de un detallado programa
teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del
partido, así nace el Manifiesto
Comunista. Este documento (publicado por primera vez en Londres en
febrero de 1848), de objetivos fundamentalmente políticos ha servido para
difundir los principios teóricos de la conceptualización marxista de la
historia. Entiéndase bien, no es un libro de historia, es un manifiesto
político, de difusión de un programa político en unas circunstancias históricas
particulares.
Después de
sufrir distintos episodios de expulsiones y exilios en distintas ciudades de
Francia, Bélgica y Alemania, Marx, decide quedarse a vivir definitivamente en
Londres.
En
1849 escribe "El Dieciocho Brumario de
Luis Bonaparte" el cual es un
análisis concreto de los sucesos revolucionarios de Francia entre 1848 y
1851. Es una de las obras más importantes del marxismo. Aquí aplica su
concepción materialista de la historia como método de análisis e interpretación.
Engels, en el prólogo que le hace a este libro en 1885 afirma:
Fue precisamente Marx
el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley
según la cual todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno político,
en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no
son, en realidad, más que la expresión más o menos clara de luchas entre clases
sociales, y que la existencia, y por tanto también los choques de estas clases,
están condicionados, a su vez, por el grado de desarrollo de su situación
económica, por el carácter y el modo de su producción y de su cambio,
condicionado por ésta.[2]
En este
libro (primera edición, Boston,
1852; segunda edición, Hamburgo; 1869, tercera edición, Alemania, 1885), Marx usa
las categorías de “lucha de clases”, “fuerzas productivas”, “relaciones de producción”, “modo de
producción”, aplicadas acertadamente para explicar aquel episodio histórico.
Como
primer fruto de esos años de estudios económicos apareció en 1859 la "Contribución
a la Crítica de la Economía Política”. Esta obra contiene la primera
exposición sistemática de la teoría del valor de Marx, incluyendo la teoría del
dinero. Es decir, con esta obra da inicio a su obra cumbre: “El
Capital”, desplegando algunos conceptos que desarrollará ampliamente en
este libro que develará los resortes que mueven la economía política de la
sociedad burguesa, la sociedad capitalista. Además desarrolla la concepción
teórica “relaciones: estructura-superestructura”.
La
concepción materialista de la historia tiene la pretensión de sentar las bases
para el desarrollo de una ciencia de la sociedad y en tal sentido formular un
cuerpo teórico que pueda desentrañar el sentido del devenir de la humanidad.
Cuando nace a mediados de la quinta década del siglo decimonónico resultó un
verdadero salto conceptual para la comprensión de la sociedad y de la historia.
En este sentido, dice Engels ante la
tumba de su amigo:
Así
como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx
descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo,
pero oculto hasta él, bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en
primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer
política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los
medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente
fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de
la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones
jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y
con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta
entonces se había venido haciendo.[3]
Hasta
ese momento, toda la concepción de la historia partía del supuesto de que las causas de todas las
transformaciones históricas habían de buscarse en las ideas de los hombres, y
de que de todas las transformaciones, las más importantes, las que regían toda
la historia, eran las políticas. No se inquirían de dónde les vienen a los
hombres los pensamientos ni cuáles son las fuerzas motrices de los cambios
políticos. Pues bien, Marx y Engels demostraron que toda la historia de la
humanidad, es una historia de luchas de
clases, que todas las luchas políticas, tan variadas y complejas, sólo giran en
torno al poder social y político de unas u otras clases sociales; pero, ¿qué es
lo que hace nacer y existir a estas clases? Las condiciones materiales, tangibles,
en que la sociedad en una época determinada produce y cambia lo necesario para
su sustento.
En
el prefacio a la “Contribución a la Crítica de la Economía Política” se
encuentra la formulación más completa de la concepción materialista de la
historia, desde la perspectiva de Eric Hobsbawm. Al respecto, dice este
historiador marxista:
Hay
que preguntar, por supuesto, si uno puede rechazarla y seguir siendo marxista.
Sin embargo está clarísimo que esta formulación ultraconcisa requiere que se le
amplíe: la ambigüedad de sus términos ha dado pie a un debate en torno a
exactamente qué son las “fuerzas” y las “relaciones” sociales de producción,
qué constituye la “base económica”, la “superestructura”, etcétera. [4]
Es
cierto, cualquiera podrá leer, muchas veces,
este afamado y polémico prefacio y no podrá dejar de aceptar esta
afirmación de Hobsbawm. Partiendo de este prefacio se ha llegado a las
corrientes deterministas o dogmáticas del marxismo. Aquellas que afirman que la
superestructura es simple reflejo de lo que ocurre a nivel económico. No
dejando ningún margen de autonomía a aquella. Por supuesto, los enemigos del
marxismo en tanto concepción revolucionaria, también toman interesadamente
parte de lo afirmado en el prefacio para acusar a Marx de economicista y
unilateralista. Dada la importancia de este prefacio, se hará un ejercicio de
revisión un poco más detenido de su contenido para extraer algunas reflexiones
acerca de esta concepción de las sociedades. Al comienzo de este prefacio, Marx afirma:
El
resultado general a que llegué y
que, una vez obtenido, me sirvió de guía
para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción
social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas,
necesarias independientes de su voluntad;
estas relaciones de producción
corresponden a un grado determinado de desarrollo
de las fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción constituye la estructura
económica de la sociedad, la base
real, sobre la cual se eleva una superestructura
jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de
conciencia.[5]
(Las negritas son nuestras).
Marx
admite que es un resultado general y que le sirvió de guía. Guía no es camisa
de fuerza. Los términos no pueden tomarse al pie de la letra, sino como los usó
Marx, como guía. Les ayudaron a andar pero no les preestablecieron un destino.
En
cuanto a las relaciones de producción, se pueden realizar las preguntas: ¿se
refiere a las relaciones que se establecen entre los que están produciendo
directamente? ¿o incluye a las relaciones que se establecen entre quienes
producen entre sí, pero también entre estos y los que consumen, y entre estos
últimos y quienes les venden los productos, etc.?
En este mismo libro, Marx
afirma que la producción es consumo y el consumo es producción. “Primeramente,
en cuanto el producto no se hace realmente producto sino en el consumo; por
ejemplo un vestido se convierte verdaderamente en un vestido cuando se lleva
puesto . . . En segundo lugar el consumo produce la producción, en cuanto crea
la necesidad de una nueva producción . .
.”[6]
Por otro lado, cuando refiere a
las fuerzas productivas, ¿a qué se está refiriendo? ¿a la tecnología
(herramientas, equipos, maquinarias, etc.)? Pero como la tecnología no opera
sola, debe referir necesariamente también a los hombres que las operan cuando
trabajan, por lo tanto, socialmente.
Es decir el concepto de relaciones de
producción incluye a las fuerzas productivas y viceversa. Pero debemos agregar
que la tecnología es conocimiento, forma y aplicación de pensamiento, cultura,
una forma de entender, resolver problemas que a su vez implica una forma de
verlos. ¿No está todo esto último dentro de lo que llama Marx, superestructura,
es decir cierta forma de conciencia? Además, la gente cuando trabaja no se
puede quitar la cabeza, por el contrario, es cuando mejor debe usarla, en otras
palabras, hacer uso del repertorio de
experiencia sociocultural.
Además, si producción es consumo y viceversa, bien se
sabe la manera en que lo subjetivo cruza
plenamente el territorio del consumo. Y por supuesto todo esto tiene que ver
con el asunto de la propiedad, tanto de los medios de producción como de los
productos (objetos producidos y
consumidos). Y al hablar de propiedad se atraviesa el territorio de lo jurídico
y de lo político.
Como puede observarse, los análisis (separar un “todo” en sus
“partes” para comprenderlo mejor, visualizando las relaciones entre estas) no
nos pueden llevar a entender que la realidad, en verdad, está formada por
pedazos de cosas como si fuera un rompecabezas, o las piezas de una máquina, no
se puede confundir el mapa con el territorio. En este caso, se puede afirmar
que los contenidos de la estructura y la superestructura no están separados, y
se entrecruzan e intercambian en la realidad concreta. Nadie puede saber, dónde
termina una y comienza la otra. Por otro lado, Hobsbawm, objeta que
“como
un modo de producción dado es compatible con tipos n de conceptos, estos no
pueden explicarse mediante reducción a la base. Así sabemos de sociedades que
tienen la misma base material pero formas muy variadas de estructurar sus
relaciones sociales, su ideología y otros rasgos superestructurales.” [7]
Las
relaciones estructura-superestructura no son mecánicas ni permiten la sujeción
absoluta de la segunda por la primera. Sin embargo, el mismo historiador
afirma:
La
verdad básica sigue siendo que el análisis de cualquier sociedad, en cualquier
momento de la evolución histórica, debe comenzar con el análisis de su modo de
producción: es decir de: a) la forma técnico-económica del “metabolismo del
hombre y la naturaleza” (Marx), la manera en que el hombre se adapta a la
naturaleza por medio del trabajo; y b) las medidas sociales por medio de las
cuales se moviliza, despliega y asigna el trabajo.[8]
Quizás,
pueda justificar esta afirmación, porque partiendo desde donde indica Hobsbawm,
el análisis resulte más fácil de emprender. Pero se puede comenzar por
cualquier lado. El mismo Marx, “se topó” con las “bases materiales” de la
sociedad, cuando intentó profundizar en los estudios sobre los delitos
forestales y la propiedad rústica en una región renana, en 1842, es decir. . .
comenzó estudiando lo jurídico, al profundizar, llegó “necesariamente” a lo
económico.
La
relación entre la realidad y la conciencia social que de esta se deriva,
constituye una de las afirmaciones de Marx, más sometidas a los ataques de sus
adversarios: “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en
general. No es la conciencia de los
hombres la que determina la realidad;
por el contrario, la realidad social
es la que determina la conciencia.”[9] (Las negritas son nuestras).
La
producción de la vida material (el trabajo que realizan los seres humanos transformando la naturaleza en función de sus
necesidades) es social, un asunto colectivo. Y en tanto que social, es político
o potencialmente político. En todo caso, se puede afirmar que condiciona (no
determina), el resto de la “vida social, política e intelectual en general”.
La
conciencia de los seres humanos también es realidad, en tanto que realmente es
su conciencia. No toda la realidad es tangible. Pero el hecho que no se pueda
“tocar” no la invalida como real. Además, la realidad, no solamente es “lo que
es”, lo observable y lo tocable, sino, sobre todo, relación. Un sistema de
relaciones, donde sujeto y objeto van unidos. Y no hay sujeto sin subjetividad.
Lo real es subjetivo, lo subjetivo es real.
Los
hombres adquieren conciencia del conflicto nacido en seno de las relaciones
económicas, es decir entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción, bajo las formas ideológicas, en el terreno de la superestructura.
Gramsci (Cerdeña, 1891-Roma, 1937), plantea que
Una vez establecido
su vínculo con la estructura, las ideologías y las actividades políticas
devienen el verdadero terreno donde los hombres toman conciencia de los
conflictos que se desarrollan en el terreno de la estructura, lo que le da un valor
“estructural” y confirma la noción del bloque histórico donde las fuerzas
materiales son “el contenido, y las ideologías son la forma”[10]
Para
Gramsci, el motor dinamizador del bloque histórico[11]
está en la superestructura. La
inclinación de la historia estriba de la conciencia que tal o cual grupo tiene
de las posibilidades de acción y de lucha que le son facilitadas u otorgadas
por las condiciones objetivas dadas; una vez registradas las condiciones
materiales de su quehacer como medio, el
grupo social se vuelve libre para convertirlas en medio de liberación, en arma
para crear una nueva representación ético-política, en comienzo de nuevas
iniciativas.Se pasa entonces del momento meramente económico al momento
ético-político, es decir, a la elaboración superior de la estructura en
superestructura, en la conciencia de los hombres. El paso de lo objetivo a lo
subjetivo y de la necesidad a la
libertad.
Muy lejos queda la visión mecanicista que condena a la
superestructura a mero reflejo pasivo de la estructura. Si bien, es cierto que
se pueden explicar las contradicciones existentes a nivel superestructural,
partiendo de las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de
producción, es decir de la estructura económica, no es aquí donde se resuelven
estas contradicciones sino a nivel de la conciencia, la lucha política, en
otras palabras, el escenario donde se despliegan y evidencian las fuerzas
revolucionarias está en la superestructura. Más aún, cuando es en la expresión jurídica de las
relaciones de producción (relaciones de propiedad) donde se establecen las
trabas para el desarrollo de las fuerzas productivas en un momento dado.
No
basta que evolucione la estructura económica para cambiar la sociedad toda. Es
condición necesaria pero no suficiente. Ahí puede suponerse el papel de los
hombres en la historia. Recuérdese que
todo esto se explica en el terreno conceptual, en el análisis, porque en la
realidad concreta, es difícil separar relaciones de producción de fuerzas
productivas, y estructura de superestructura.
A partir de la crítica a la filosofía del
derecho y del Estado de Hegel, que lo lleva a trastocar la relación acostumbrada entre sociedad y Estado, Marx propone una teoría del Estado
estrechamente vinculada con su teoría general de la sociedad y de la historia
que desarrolla a partir del estudio de
la economía política. Esta teoría general le posibilita realizar una
interpretación y a la vez una crítica
del Estado burgués en las diversas formas en que se presenta, mientras propone
una interpretación y unas posibilidades relativas al Estado que deberá
sustituir al burgués; por último, colegir el ocaso o la extinción del
Estado.
En
la obra de Marx se puede encontrar (de manera implícita), una crítica a los
filósofos occidentales que escribieron en torno al Estado: Hobbes, que veía en
el Estado la forma racional de la existencia del hombre, garante el orden y la
paz y que es el único interés común de los hombres en sociedad; Locke,
que conceptuaba al Estado como árbitro imparcial por encima de las
partes que impide la degeneración de la sociedad natural en un estado
permanente de conflictos; Rousseau, quien consideraba al Estado como expresión
de la voluntad general de renunciar a la libertad natural individual en favor de todos, adquiriendo así, libertad
civil y moral y siendo aún más libres;
Kant, quien consideraba al Estado como
medio a través del cual es posible la actuación empírica de los principios jurídicos ideales para la
coexistencia de las libertades individuales quienes pasan del estado de
naturaleza al Estado; Hegel, defensor de la visión del Estado como expresión de
la voluntad sustancial (ideal), racional en sí y de por sí, lo que obliga a asumir a los individuos
como deber supremo el formar parte del Estado aceptando su autoridad suprema y orientación. Marx cuestiona no solamente el método especulativo
de Hegel (en su “Filosofía del Derecho”), sino también sus conclusiones que dan
prioridad al Estado sobre la familia y la sociedad civil, las cuales
constituyen expresiones sociales, históricamente anteriores al Estado.
Para
Marx, no es la sociedad civil la que debe subordinarse al Estado sino por el
contrario, la sociedad civil debe absorber al Estado en un proceso de verdadera
democracia.
Marx considera al
Estado, entendido como el conjunto de las instituciones políticas, en que se
concentra la máxima fuerza imponible y disponible en una determinada sociedad,
pura y simplemente como una superestructura respecto a la sociedad prestatal,
que es el lugar donde se forman y se desarrollan las relaciones materiales de
existencia y, en cuanto superestructura, destinado a desaparecer a su vez en la
futura sociedad sin clases.[12]
El
Estado como parte de la superestructura y en este sentido, se apoya en la preexistencia de la sociedad
civil y en las condiciones materiales de
vida de los seres humanos. Al cambiar las condiciones materiales de existencia
cambiaría el Estado y al desaparecer las clases sociales desaparecería el
Estado.
Por
otro lado, Bobbio afirma que:
El condicionamiento
de la superestructura política por parte de la estructura económica o, lo que
es lo mismo, la dependencia del Estado de la sociedad civil, se manifiesta en
que la sociedad civil es el lugar donde se forman las clases sociales y se
expresan sus antagonismos, y el Estado es elaparato o el conjunto de los
aparatos, de los cuales el determinante es el aparato represivo (el uso de la
fuerza monopolizada), cuya función principal es, por lo menos en general, y
salvo casos excepcionales, impedir que el antagonismo degenere en lucha
perpetua (que sería un retorno puro y simple al estado de naturaleza), no ya
mediando los intereses de las clases contrapuestas sino reforzando, es decir
contribuyendo a mantener, el dominio de la clase dominante sobre la clase
dominada.[13]
Para el marxismo, el Estado no es un órgano mediador
entre las distintas partes de la sociedad, ni el pacto, acuerdo o contrato entre los individuos para
reglamentar sus actuaciones en beneficio de cada uno de los individuos y/o de
la sociedad toda, ni es la
materialización de la idea (o razón) en la sociedad y a historia humana en su
proceso de perfeccionamiento.
Para el marxismo el Estado es un instrumento de
dominación de una clase social sobre las otras. Y en la época moderna, el
Estado Nacional como instrumento de dominación de la clase burguesa tiene como
fundamental objetivo apoyar la explotación del trabajo asalariado. De ahí que
Lenin asegure que “Las naciones son un producto inevitable
y una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo de la sociedad.”[14]
Y al hablar de nación es obligante referir a su creador: El Estado Nacional.
Del
Estado controlado y al servicio de la clase burguesa, Marx propone un Estado
bajo el dominio del proletariado (el gobierno de la clase obrera. Engels lo
denominó “dictadura del proletariado”). Este gobierno de los obreros no
consiste en simplemente tomar posesión del Estado que estaba al servicio de la
burguesía sino y sobre todo, la creación de nuevas instituciones y la destrucción de las viejas. Cada clase debe
garantizar contar con un Estado que se
ajuste a sus intereses de clase dominante.
A partir de la experiencia de la Comuna de
París, Marx planteó algunas acciones que podría implementar el Estado bajo la
hegemonía obrera: desaparición del
ejército permanente y de Ia policía asalariada, y su sustitución por el pueblo
armado; funcionarios de elección o bajo
el control popular y por lo tanto responsables y revocables; jueces elegibles y
revocables; sobre todo sufragio universal para Ia elección de los delegados
(gobernantes de distinto nivel) con mandato revocable; disolución de la tan
aludida pero fingida separación de los poderes, entre otras.
Este
gobierno revolucionario de la clase trabajadora debe conducir a la extinción
del Estado (sociedad comunista o sociedad sin clases sociales).En tal sentido,
este Estado proletario se convierte en Estado de transición porque si bien
es cierto que los obreros al tomar el
poder del estado no lo destruyen en cuanto instrumento de dominación de una clase sobre las otras, se entiende que
crearía las condiciones para su desaparición a través de la eliminación de la
propiedad privada de los medios de producción, la extinción de la división del
trabajo y de las clases sociales.
Este
concepto se vio enfrentado a dos corrientes teórico políticas de la época: la
socialdemócrata y la anarquista. Los socialdemócratas planteaban que se podía
tomar al Estado Burgués y no destruirlo sino ponerlo al servicio de los
trabajadores, el Estado como protector de los trabajadores, planteaban la vía
de las reformas y rechazaban la
revolución violenta y la expropiación de los medios de producción. Marx, como
se acaba de afirmar planteaba la destrucción del Estado Burgués y su
sustitución por un Estado de los obreros, como Estado de transición. Los
anarquistas proponían la destrucción total del Estado sin pasar por el Estado de transición, Marx le
respondió que era necesario mantener el Estado porque la burguesía habría sido
derrotada pero no aniquilada por lo que haría falta la presencia de un aparato
represivo a servicio del proletariado para mantener a raya las pretensiones
restauradoras de la burguesía y dirigir el proceso de alcanzar los
objetivos históricos de la revolución
proletaria.
Hay
que contextualizar el proceso en el cual Marx y Engels construyen su novedosa
concepción materialista de la historia. Combatían con toda suerte de teóricos
que defendían los intereses de la burguesía y del capitalismo, además de luchar
contra sus propios padres teóricos como Hegel y Feuerbach. Así que tuvieron que remarcar fuertemente en
lo material que se había mantenido totalmente invisible bajo la maraña
ideológica de aquella época. Ese énfasis en las bases materiales de la
existencia humana era el recurso para dinamitar las concepciones conservadoras
e idealistas a las que se oponían y que se vieron obligados a desenmascarar.
Se
apoyaron en los aportes más importantes de las ciencias para la época.
Considérese que las ciencias que más se habían desarrollado eran la física y
las ciencias naturales, las que a su vez
partían de los aportes teórico-filosóficos de Francis Bacón, Descartes y
Newton, padres del nuevo paradigma que había echado por tierra los paradigmas vigentes
durante la edad media. Como el mismo Marx lo plantea, el nuevo paradigma de ese
momento está marcado e influido por el desarrollo de la industria y las
maquinas, de ahí que se muestre, en ciertos aspectos, mecanicista, explicando el mundo como un conjunto
de piezas separadas que se articulan para funcionar. Se puede afirmar que todos
los teóricos de los siglos XVIII y XIX y parte del XX han estado influenciados
por el paradigma mecanicista (cartesiano-newtoniano). Y Marx y Engels, como
potentes mentes de su época no podían escapar a esa influencia. Todo el aporte
científico de los últimos siglos está en deuda con Descartes y Newton. Sólo a
partir de la teoría de la relatividad de Einstein y toda la teoría
cuántica, a mediados del siglo pasado se
está transitando hacia la construcción de un nuevo paradigma cercano a una
visión más totalizante y de sistema.
Ni
siquiera se hablaba de psicología y mucho menos de Psicoanálisis surgidas a
comienzos del siglo pasado. Marx no contaba con este recurso teórico para
apoyarse en sus investigaciones. No pudo profundizar en el estudio de las
subjetividades. No había avances científicos en ese sentido para ese momento.
En este orden de ideas, Josep Fontana
afirma que: “Marx y Engels han recibido los conocimientos históricos que les
proporcionaba la ciencia de su tiempo, los han enriquecido en algunos aspectos
y, sobre todo, los han reinterpretado genialmente; pero no podían suplir lo que
no existía.”[15]
Los
aportes de Marx, viéndolos en perspectiva, fueron definitivamente
extraordinarios: crear la concepción materialista de la historia (aunque no
creó el concepto de la lucha de clases. Lo hizo un francés); descubrir y
enunciar en un lenguaje impecable, la teoría de la plusvalía para explicar el
enriquecimiento capitalista lo cual ocultaron (o no quisieron o no pudieron
hacer) Adam Smith, Ricardo y demás gurús
de la economía política burguesa; ser el motor principal de la Primera
Internacional, la cual sirvió de base para la creación de todos los partidos
comunistas del mundo; y la creación de una teoría de transición del capitalismo
al socialismo: La teoría del socialismo científico. No podían dejársele de
escapar asuntos importantes. Y si se consideran las condiciones de pobreza,
persecución y acoso político, exilios y enfermedad en las que tuvo que vivir, no puede dejar de ser considerado como un
esfuerzo asombroso.
Como
buenos alemanes, Marx y Engels, sólo podían ver con y desde los ojos de Europa.
Además una Europa pujante que venía de vencer los postulados de la edad media,
vencer a la monarquía y a la nobleza e iniciar una nueva era. La era de la
burguesía, las democracias representativas, y su sistema de naciones modernas y
Estados Nacionales.
[1] GUEVARA, Ernesto “Che”: Apuntes
Críticos a la Economía Política. 2006. Pág. 37
[3] Federico Engels: Discurso
Ante la Tumba de Marx. Pág. 1
[4]Eric Hobsbawm: Sobre la Historia. 2002. Pág. 167.
[5]Carlos Marx: Contribución a la Crítica de
la Economía Política. 1976. Pág. 37.
[6] Ibíd. P. 257
[8] Ídem.
[9]Carlos Marx: Ob. cit. P. 37.
[10]PORTELLI, Hugues: Gramsci y El Bloque Histórico”. 2007. Pág. 50
[11]El concepto de Bloque Histórico es
considerado por la mayoría de los estudiosos del pensamiento Gramsciano como la
categoría clave de su concepción de la sociedad y de la historia (su
interpretación del materialismo histórico). Aun cuando sus estudiosos no se han
terminado de poner de acuerdo acerca de su contenido, el Bloque histórico debe
ser considerado desde un triple aspecto: 1. Las relaciones entre estructura y
superestructura (relación visualizada desde su unidad). 2. Sistema de valores
culturales que penetra, socializa e integra en un sistema social y 3. La construcción de un nuevo sistema
hegemónico como requisito para crear un nuevo Bloque Histórico. Aquí el sistema
hegemónico no refiere sólo a la hegemonía política como lo planteaba Lenin cuando enfatizaba la
necesidad de la dictadura del proletariado, sino, y sobre todo, como hegemonía
cultural. Toda revolución es cultural o no lo es.
[12]BOBBIO, Norberto:
Ni con Marx ni contra Marx.1999.Página
137
[13] Ibíd. Página 138
[14]LENIN,
V. I.: Obras escogidas. Tomo I.
1961. Pág. 45
[15]FONTANA
Josep: Historia, Análisis del Pasado y
Proyecto Social. 1999. Pág. 162
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