ACERCAMIENTO A LA HISTORIA DEL CASERÍO "LAS VERAS" DEL MUNICIPIO CRESPO DEL ESTADO LARA. VENEZUELA.
Cada
pueblo tiene su propia biografía. Una vida de relaciones que lo explican y que
permiten a su vez la comprensión de la vida de esos otros pueblos, ciudades y
regiones con los cuales se relaciona. Porque
ninguna tribu o
comunidad es o ha sido alguna vez una isla, y el mundo que es una totalidad de
procesos o sistemas interrelacionados, no es y nunca ha sido una suma de
culturas y grupos humanos independientes . . .No hay ningún pueblo sin historia
o que se pueda comprender sin ella. Su historia, al igual que la nuestra, es
incomprensible fuera de su marco en un mundo más amplio (que ha pasado a ser
limítrofe con el mundo habitado) y, ciertamente, en el último medio milenio no
se puede comprender, excepto por medio de las intersecciones de
diferentes tipos de organización social, cada uno de ellos modificado por la
interacción con los demás[1]
Así,
que al reconstruir la historia de las Veras, nos vemos obligados a hurgar en la
inmensa cantidad de relaciones que pudieran existir con otros procesos o situaciones particulares o globales. Este
intento por reconstruir comprensivamente el pasado de un pueblo como este, nos
permitirá explicar procesos complejos como el poblamiento y ocupación de los
espacios de la región Barquisimeto, los modelos políticos, económicos y
culturales implantados en el país y su evolución en relación con los mercados
internacionales y las dinámicas hegemónicas propias de la sociedad industrial.
La
comprensión, lo sabemos bien, nos permite afrontar el futuro de una manera,
menos desguarnecida que si desconociéramos el rumbo transitado hasta ahora. Así
que un ejercicio de esta naturaleza viabiliza el diálogo con el mundo no
académico y se enriquece con él, mientras le aporte algo de luz en la tarea que
también para ellos es obligada, de construir un mejor país y un mejor mundo. Y
todos sabemos, que nos enteramos que estamos ante un mejor mundo, si nosotros
mismos disfrutamos de él. Y podemos construirlo si partimos del
conocimiento y comprensión de nuestro pasado.
Por
otro lado está lo de la identidad. ¿Cómo parecernos a nosotros mismos si
olvidamos o desconocemos quienes fuimos antes? Y sin identidad, sin podernos
nombrar a nosotros mismos, así, avergonzados, no podemos dialogar ni
relacionarnos con los otros de igual a igual y mucho menos distinguir entre
amigos y falsos amigos. Un pueblo sin identidad tampoco puede identificar a los
otros, porque sólo veremos siluetas o luces que encandilen del otro lado. Desde
la historia nos podemos ver y recobrar la identidad nuestra y reconocer a
nuestros iguales y asumir desde el respeto mutuo nuestras relaciones con el
mundo entero. Ningún pueblo está completo sin relacionarse. Pero la primera
relación que precisamos es con nuestra propia historia.
Estamos hablando de un pequeño caserío del
municipio Crespo del estado Lara. El municipio Crespo toma su nombre del
personaje de la guerra federal, Joaquín Crespo (1841-1898), aún cuando en 1.936, Don José María Zubillaga,
propuso varias veces desde El Impulso, la sustitución de este topónimo por el
de José Ángel Álamo, prócer civil de la independencia. Tiene una superficie
aproximada de 815 km2 , cuya capital, San Juan Bautista de Duaca,
que fue fundada a través del acto de fundación decretado por el gobernador y
capitán general Francisco de la Hoz y Berrío en 1.620 (este mismo personaje fundó Humocaro Alto, el 13 de Junio de 1610, en el actual municipio Morán, población esta
que cuenta entre sus calles una con el nombre de calle Berrío) y refundada por
el padre Fray Miguel de la Madrid, en 1.671, está ubicada a unos treinta y cinco km al noroeste de
Barquisimeto. Dispuesta a 735 m.s.n.m. y con una temperatura media anual de 24
°C. Duaca se asienta en la depresión ubicada en el extremo occidental de la
Sierra de Aroa. Leamos lo que nos dice el Doctor Reinaldo Rojas en este
sentido:
Este sistema montañoso lleva un sentido de dirección
noroeste, hacia Tucacas y el río Aroa. Las máximas alturas se corresponden con
la serranía de Los Chipas (1.328 mts) y Cerro Cambural (1.070 mts). En estas
condiciones orográficas, la zona presenta un perfil geomorfológico de pequeñas
serranías de baja altura alrededor de la población, la cual se encuentra
asentada en una especie de valle cruzado por la quebrada de Tumaque, que corre
por el bosque de Barro Negro en dirección a la actual población de El Eneal.
Estas condiciones son las que inciden en el clima montañoso del lugar… Hacia el
sur el perfil montañoso da paso a un medio de transición semiárido,
característico de la zona norteña de Barquisimeto. Es así como el sistema de
colinas desemboca en la extensa depresión de El Cují, separada por pequeñas
estribaciones montañosas de la terraza barquisimetana.[2]
Las Veras se encuentra precisamente enclavada
en una de esas serranías ubicadas al sureste de Duaca y que constituyen casi
las últimas antes de pasar hacia esa transición del semiárido del valle de El
cují, al norte de Barquisimeto, que refiere Rojas.
El municipio Crespo pertenece a las
vertientes de las cuencas hidrográficas del mar Caribe y del Orinoco. A la del
Caribe a través de los ríos Aroa y Tocuyo y al Orinoco a través del río Turbio,
dado que las quebradas Tacarigua, Chispas, Nonavana, Zumaque y Agua Negra son
tributarias de este, que naciendo en las estribaciones andinas, cerca de
Sanare, municipio Andrés Eloy Blanco, termina en el caserío La Rompía, estado
Apure, cambiando varias veces de nombre (Turbio, en Lara; Cojedes, en Cojedes;
Portuguesa, en Portuguesa; Guanare, en el estado Guárico y Apure en el estado
Apure).[3] Las Veras se ubica en esta vertiente, la que
da la cara al padre río, el Orinoco.
Cuando se avanza por la carretera, desde
Barquisimeto a Duaca, y se ha recorrido 25km aproximadamente, al pasar el
caserío Paso de Tacarigua, vecino de Rastrojitos, al norte de las parroquias
Cují-Tamaca, y llegar al parador Turístico “Mis Viejos”, se toma un desvío a la
derecha y de inmediato se comienza a subir por una carretera serpenteante que
nos lleva hasta dos inmensos y hermosos
árboles, a la orilla de una quebrada intermitente, que nos anuncia desde esa
acogedora penumbra, la entrada al caserío Las Veras, otrora muy famoso por sus “chorreras”
y su benigno clima.
El caserío Las Veras está ubicado a una
altura entre los 700 y 735 msnm, aproximadamente. Tiene un clima muy parecido
al de Duaca, fresco y agradable, aún cuando la deforestación y el calentamiento
global, dejan mostrar sus acaloradas consecuencias. Según los vecinos, el lugar
se usó hasta casi mediados del siglo anterior como “sitio de tempero”, es decir
como refugio donde se iba a recuperar de alguna convalecencia, como podía ser
la tuberculosis[4],
algo parecido a la condición de Hato Arriba (del municipio Morán del estado
Lara), lugar usado, para los mismos fines, hasta mediados del siglo pasado. En
este caso se usó, entre otros, seguramente la hacienda de los Tamayo, actual
Escuela Granja, como estación de tempero. Por cierto, Genoveva Tamayo, miembro
de esta familia tocuyana, fue esposa del General Argenis Asuaje, dueño de la
Hacienda Las Veras, del cual, nos referiremos más adelante.[5]
Las Veras se encuentra dentro de lo que se
conoce como la región Barquisimeto, y dentro de la dinámica geohistórica en la
cual se inscribe esta región, podemos ubicarnos para asumir la revisión de esta
historia. Pero detengámonos un momento a revisar que se entiende por región:
La noción de región constituye el cierne de la geografía humana.
Para el geógrafo, “regionalizar es el equivalente metodológico de la “periodización” para el historiador.
Existen dos formas distintas de enfocar dicha noción. Por una parte tendríamos
la región formal, al plantear la idea de que hay fenómenos homogéneos
(básicamente el medio natural) que dan unidad a cada región. Por otra la región
funcional, cuando se cree que existe un conjunto que funciona como tal desde un
punto de vista económico o social, independientemente del ámbito estrictamente
físico o natural.[6]
Apreciamos y consideramos aquí, ambas
nociones, asumiendo su utilidad práctica. Entendiendo que se trata de una
abstracción que apoya el estudio que se
plantea. La región Barquisimeto va desde
la península de Paraguaná en el actual estado Falcón hasta el estado
Portuguesa, cruzando las sierras de San Luis, Churuguara, Ziruma-Baragua,
Matatere y Bobare, el Macizo de Nirgua y la Cordillera de los Andes para
terminar al sur de Portuguesa, de topografía plana pero ligeramente inclinada
hacia el Orinoco. Como podemos observar, esta región toca a los actuales
estados Falcón, Lara, Yaracuy y Portuguesa. Hasta donde tengo entendido, es
Reinaldo Rojas, quien acuña este nombre (Región de Barquisimeto) a esta
extensión de territorio donde se asentaron importantes grupos indígenas
(caquetíos, Xideharas, Ayamanes, Xaguas, Ciparicotes, Hytotes, Cuibas, cuyones
y Guaycaries, según Nicolás Federman, 1530-1531) siendo el más numeroso, el de
los Caquetios, quienes ocuparon gran parte de esta región, antes de la llegada
de los españoles, llegando a abarcar la llamada región del Caquetá Colombiano
(Caquetá viene de Caquetío).
Una primera aproximación a nuestro tema
problema (la reconstrucción de la historia del caserío Las Veras del municipio
Crespo del estado Lara) nos lleva a pasearnos por los modelos de sociedad y
ocupación del territorio que aparejados a los proyectos políticos de cada
momento histórico, han existido en Venezuela. En el entendido que no puede
haber historia sin continuidad, por más rudos y categóricos que puedan ser los
cambios que puedan registrarse. Así como lo plantea Nikita Harwich Vallenilla
al referir ciertas reflexiones de su pariente (Laureano Vallenilla Lanz) al
respecto: “Una convulsión revolucionaria no es una ruptura radical con el
pasado, por la sencilla razón de que el peso de ese pasado influye, de manera
inconsciente y determinante, en la evolución lógica y necesaria de todo
organismo social.”[7]
Así continuidad y discontinuidad se constituyen en los extremos referenciales
de la historia, y el conocimiento de esta dinámica, nos permitirá acertar o no
a la hora de atrevernos a algunas explicaciones.
Cuando hablamos de ocupación del territorio
podemos afirmar que la implantación del modelo colonial en Venezuela implicó
una cierta articulación geo-económica con la metrópoli y cierto descuido en
cuanto a la articulación hacia adentro, es decir poca interconexión entre las
ciudades y regiones dentro de Venezuela. Sólo se estimulaba la conexión que pudiera favorecer los vínculos con la
corona española. Este modelo de
organización sociopolítica y económica ayudó que algunos lugares se vieran
“beneficiados” demográficamente evidenciando un crecimiento sostenido, incluso
creciendo a costa de otros mientras esos otros lugares se mantenían alejados de
esa dinámica motorizada desde la península ibérica.
Después de rotos los lazos con España a
través de la guerra de independencia está dinámica se mantiene, cambiando sólo
el país beneficiado, tratándose entonces de Inglaterra y Francia y en el siglo XX se
agrega EEUU, el cual desplaza a los
anteriores, sobre todo después de las dos guerras mundiales, afincando su
hegemonía sobre el uso de los combustibles fósiles y de una poderosísima
tecnología, principalmente armamentística, comunicacional e industrial. El
caserío Las Veras viene a representar a uno de esos tantos espacios de nuestra
geografía que crece o sobrevive a la zaga de toda esa realidad inequitativa.
Claro, hay que recordar que la sociedad
burguesa nace a expensas de las zonas rurales de las cuales desplazó a sus
habitantes para meterlos en los talleres para constituirse en la mano de obra
de cuya plusvalía se afianzaría el desarrollo industrial propio del
capitalismo. Por otro lado, hay que considerar el significativo “aporte” que
constituyó la explotación de los pueblos de África (la trata negrera y la
esclavitud, por ejemplo), de Asia y América. Sin esta circunstancia de
explotación no podría entenderse el desarrollo de los países industrializados (los
marxistas lo mencionan como la acumulación originaria de capital). El modelo de
sociedad que sucedió a la revolución burguesa es fundamentalmente urbano y sólo
ha podido “desarrollarse” a expensas de la explotación de masas inmensas de
seres humanos, de los ambientes naturales y de los espacios rurales.
Este proceso ha dejado a la orilla del camino por un lado a aquellos sectores que no puede absorber el capitalismo, y a quienes se han resistido desde un principio (descendientes de indígenas, negros y demás mezclas humanas), que prefirieron abandonar o no tomar la opción que representaban las primeras ciudades que nacían como expresión de la avanzada “civilizatoria” que imponía no sólo una cultura sesgada y ajena a sus historias, sino que además aplastaba física y emocionalmente, que además de despojar territorios, despojaba hasta el alma entera de los pueblos.
Unos han quedado marginados dentro de las ciudades, otros, un poco más allá, en zonas rurales y semirurales, relativamente cercanas a centros urbanos de distintos tamaños e importancia. Y unos pocos en los extremos: lo netamente rural y la selva. Lo escasamente poblado.
Este proceso ha dejado a la orilla del camino por un lado a aquellos sectores que no puede absorber el capitalismo, y a quienes se han resistido desde un principio (descendientes de indígenas, negros y demás mezclas humanas), que prefirieron abandonar o no tomar la opción que representaban las primeras ciudades que nacían como expresión de la avanzada “civilizatoria” que imponía no sólo una cultura sesgada y ajena a sus historias, sino que además aplastaba física y emocionalmente, que además de despojar territorios, despojaba hasta el alma entera de los pueblos.
Unos han quedado marginados dentro de las ciudades, otros, un poco más allá, en zonas rurales y semirurales, relativamente cercanas a centros urbanos de distintos tamaños e importancia. Y unos pocos en los extremos: lo netamente rural y la selva. Lo escasamente poblado.
La influencia de lo urbano sobre lo rural y
la supeditación de este a aquello en el mundo contemporáneo y no sólo en los
países subdesarrollados, sino en las sociedades industrializadas del primer
mundo, ha sido estudiada por Henri Lefebvre en un libro denominado La
Revolución Urbana. Revisemos algunas líneas:
¿Será necesario recordar que la producción agraria ha
perdido en los grandes países industriales, y a escala internacional, toda su
autonomía? ¿Qué ya no es el sector fundamental y que carece de características
específicas, a no ser la del subdesarrollo? . . . la producción agrícola se
transforma en un sector de la producción
industrial, subordinada a sus imperativos y sometida a sus exigencias. El
crecimiento económico, la industrialización, al mismo tiempo causas y razones
últimas extienden su influencia sobre el conjunto de territorios, regiones,
naciones y continentes. Resultado: la
aglomeración tradicional propia de la vida campesina, es decir la aldea, se
transforma; unidades más amplias la absorben o la asimilan, se produce su
integración en la industria y en el consumo de los productos de dicha
industria. La concentración de la población se realiza al mismo tiempo que la
de los medios de producción. [8]
En el caso de Venezuela vemos como haciendas,
hatos y distintas unidades de producción agropecuarias cercanas a ciudades han
cedido sus espacios a barrios, urbanizaciones, etc. En Maracaibo tenemos a Los
Haticos, La Pomona, por nombrar sólo a dos casos, en Valencia tenemos a
innumerables urbanizaciones que se han formado donde antes habían haciendas
como Tarapio, San Diego, Nagua Nagua, el sur de Valencia, etc., en Barquisimeto
gran parte del barrio San José se formó en antiguos criaderos de chivos y en
los alrededores de una laguna de uso comunitario. Por cierto, ahí, en San José,
habitan varias familias provenientes del municipio Crespo, así como hacia el
oeste de Barquisimeto se ubicaron muchas familias provenientes del municipio
Jiménez, Andrés Eloy Blanco y Morán. En Palavecino observamos como de manera
acelerada, las urbanizaciones se van llevando por delante antiguas haciendas
que otrora sirvieron de sustento no solamente a hombres y mujeres que
levantaron sus familias con el trabajo rural si no que fueron portadoras de una
cultura que va desapareciendo en la medida que caen los muros y cercas de las
viejas haciendas.
Los circuitos y redes que se tejen dentro de Barquisimeto como ciudad comercial e industrial, requieren de más espacios que van tomando de manera física y también simbólica, es decir a través de los valores del mundo urbano que van desplazando dentro de las áreas rurales al mundo de vida y símbolos propios del campo, porque ahí donde llega la mercancía producida por la industria, llega la propuesta cultural del urbanismo y de la sociedad burguesa. Hoy se habla de la globalización como máxima expresión de la modernidad que avanza desconociendo las particularidades culturales de los pueblos, uniformizando al mundo a través de la llamada sociedad de consumo, las transnacionales, los medios de difusion masiva y la revolución electrónica.
Los circuitos y redes que se tejen dentro de Barquisimeto como ciudad comercial e industrial, requieren de más espacios que van tomando de manera física y también simbólica, es decir a través de los valores del mundo urbano que van desplazando dentro de las áreas rurales al mundo de vida y símbolos propios del campo, porque ahí donde llega la mercancía producida por la industria, llega la propuesta cultural del urbanismo y de la sociedad burguesa. Hoy se habla de la globalización como máxima expresión de la modernidad que avanza desconociendo las particularidades culturales de los pueblos, uniformizando al mundo a través de la llamada sociedad de consumo, las transnacionales, los medios de difusion masiva y la revolución electrónica.
Pero que una hacienda se transforme en centro
urbano no es un fenómeno nuevo en Venezuela. Muchos pueblos y caseríos derivan
de haciendas, así como en la edad media europea muchas ciudades derivaron de
los mercados. Podría nombrar machísimos casos que conozco de primera mano en el
municipio Morán, donde viví alrededor de doce años, siempre en áreas rurales.
Lo cierto es que los centros económicos se convierten en centros demográficos.
Pero desde la colonia, el centro del poder político siempre ha estado en las
ciudades.
Las Veras se asienta sobre los terrenos que
otrora pertenecieron a la hacienda homónima. Pero antes de pasar a este punto,
vayamos un poco más atrás. Hasta los primeros habitantes de estos territorios.
Primeros Habitantes
Distintos estudiosos mencionan diferentes
etnias indígenas como los primeros pobladores de esta zona que se asienta
alrededor del actual San Juan Bautista de Duaca, antiguo pueblo de doctrina.
Renato Agagliate nos dice: “Por el valle de Duaca, en tiempos de la conquista,
anduvieron indios del tronco arahuaco (caquetíos), caribes (ciparicotos), pero
históricamente se sabe que lo hicieron en particular los “rebeldes” gayones y
los “valientes” ayamanes, es decir, representantes de las tres mayores familias
lingüísticas de Venezuela”.[9]
Los Gayones, también nombrados como Coyones o Cayones y los Ayamanes pertenecen a la familia
lingüística de los Chibchas-Betoys. Según el mismo autor, son los Caquetíos, por cierto, el grupo más
numeroso, de acuerdo a Nicolás Federman, quienes mayores aportes hacen a los
europeos en cuanto a la toponimia.
La presencia europea alteró los patrones de
poblamiento y evolución social, cultural y económica de los grupos indígenas.
La implantación forzada del régimen colonial terminó por desdibujar y
desaparecer a estos grupos, quienes se vieron obligados a emigrar a espacios
apartados de la ambición española. Los que pudieron sobrevivir.
En nuestros sectores rurales más apartados todavía se puede atisbar los vestigios de aquellas naciones indígenas. Expresiones culturales como los tejidos, la alfarería, la culinaria del maíz y algunas raíces americanas, manifestaciones religiosas, bailes, leyendas y algunos cuentos, evidencian en aquellos lugares la resistencia cultural indígena y nos convoca a serios esfuerzos por sistematizar esos inventarios en una geografía de la reafirmación de nuestros orígenes afroindoamericanos.
Los rasgos físicos que pueden observarse en sus pobladores también nos evidencian la presencia de lo indígena y de lo africano. La cultura de consumo nos uniformiza pero desde nuestras pieles y culturas surge lo distinto, lo que quiere reafirmarse y existir con plenos derechos, dialogar con el resto del mundo horizontalmente, sin padecer ningún tipo de sometimiento (económico, político, cultural, social o militar) ni segregación.
En nuestros sectores rurales más apartados todavía se puede atisbar los vestigios de aquellas naciones indígenas. Expresiones culturales como los tejidos, la alfarería, la culinaria del maíz y algunas raíces americanas, manifestaciones religiosas, bailes, leyendas y algunos cuentos, evidencian en aquellos lugares la resistencia cultural indígena y nos convoca a serios esfuerzos por sistematizar esos inventarios en una geografía de la reafirmación de nuestros orígenes afroindoamericanos.
Los rasgos físicos que pueden observarse en sus pobladores también nos evidencian la presencia de lo indígena y de lo africano. La cultura de consumo nos uniformiza pero desde nuestras pieles y culturas surge lo distinto, lo que quiere reafirmarse y existir con plenos derechos, dialogar con el resto del mundo horizontalmente, sin padecer ningún tipo de sometimiento (económico, político, cultural, social o militar) ni segregación.
La
Encomienda y los resguardos indígenas.
La acción de los Welser, posterior a 1530
dejó como saldo el exterminio, el terror, la violencia y la esclavitud de los
pobladores originales, no la colonización. Solo después de 1545, con la
fundación de la ciudad Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de El
Tocuyo, por Juan de Carvajal y el establecimiento de las primeras encomiendas,
arranca un nuevo intento colonizador. De la ciudad madre se irradia toda una
empresa, cuyos frutos apuntan hacia la consolidación del régimen colonial. Se
fundan así distintos pueblos de blancos como Barquisimeto (1552 en Buría), pueblos de doctrina como Duaca (1620) y
Humocaro Alto (1610), y pueblos de misión como Divina Pastora de Guanare Viejo
(1771).
En cuanto a la diferencia entre estas distintas categorías tenemos que “En los pueblos de blancos como Barquisimeto, tanto el blanco propietario como la población dedicada a las labores agrícolas habita en hatos y haciendas, mientras que la legislación indiana señala al pueblo de doctrina como centro residencial obligado del indio tributario y su familia”[10]. Así mismo podemos puntualizar que
En cuanto a la diferencia entre estas distintas categorías tenemos que “En los pueblos de blancos como Barquisimeto, tanto el blanco propietario como la población dedicada a las labores agrícolas habita en hatos y haciendas, mientras que la legislación indiana señala al pueblo de doctrina como centro residencial obligado del indio tributario y su familia”[10]. Así mismo podemos puntualizar que
El pueblo de blancos es el centro político y
administrativo de la jurisdicción civil y eclesiástica, desde su propia
fundación inclusive. El pueblo de indios es el organizador del adoctrinamiento
del indígena sujeto al régimen de encomiendas. Es el sentido y propósito del
pueblo colonial en nuestro territorio y el mismo responde al tipo de pueblo
dominante en la España que conquista.[11]
La encomienda cumple funciones económicas, en
cuanto propicia el desarrollo de las fuerzas productivas a partir de la
explotación de la mano de obra indígena, iniciándose la producción agrícola y
pecuaria, desplazando a la aventura minera representada por la búsqueda de El
Dorado. Cumple funciones político-administrativas-religiosas en tanto cada encomienda se constituía en un espacio
de relaciones de poder de la metrópoli y la colonia, a través de toda la
reglamentación y establecimiento de acuerdos, deberes, derechos entre las
distintas partes, no siempre respetadas.
Esto por un lado, y por otro, tenemos que en la encomienda se desarrolla
toda una gestión de adoctrinamiento religioso y deculturación de los pueblos
indígenas.
La encomienda también se constituyó en la
raíz de la propiedad territorial en la mayor parte del territorio nacional,
dando pie a la generación del latifundio.
En cuanto a los resguardos indígenas podemos
apuntar que cuando se establecían o fundaban los pueblos de indios se demarcaba
el área residencial donde obligatoriamente debían vivir los indios en familias
constituidas, así también partiendo del centro de la plaza se medía una legua
por cada punto cardinal para así crear las áreas de cultivo para cada familia,
los terrenos de pastoreo para el ganado y los espacios para la explotación
agrícola comunitaria. Esto a través de un proceso lento de implantación de
varias décadas, no exentas de conflictos y contradicciones.
En el caso de Duaca, tenemos que dentro de sus resguardos quedan incluidos los terrenos de Las Veras, lo que quiere decir que estos pudieron ser usados por los indígenas para la realización de cualquiera de las actividades arriba mencionadas. Esto no quiere decir que inmediatamente que se funda en 1620 la ciudad de Duaca, se establecen de hecho y de derecho estos resguardos, por el contrario, como ya sabemos, cuando el capuchino De la Madrid llega al pueblo en 1671, se encuentra con que este está prácticamente abandonado y los indígenas se encontraban bastante lejos, además la legislación metropolitana que contemplaba estos asuntos se fue afinando para la última década del siglo diecisiete. Ahora, bien . . .
En el caso de Duaca, tenemos que dentro de sus resguardos quedan incluidos los terrenos de Las Veras, lo que quiere decir que estos pudieron ser usados por los indígenas para la realización de cualquiera de las actividades arriba mencionadas. Esto no quiere decir que inmediatamente que se funda en 1620 la ciudad de Duaca, se establecen de hecho y de derecho estos resguardos, por el contrario, como ya sabemos, cuando el capuchino De la Madrid llega al pueblo en 1671, se encuentra con que este está prácticamente abandonado y los indígenas se encontraban bastante lejos, además la legislación metropolitana que contemplaba estos asuntos se fue afinando para la última década del siglo diecisiete. Ahora, bien . . .
Es importante destacar que además de las tierras para el
beneficio directo para la familia indígena y condición material para la
cancelación anual del tributo, y las tierras ejidales destinadas para pastos,
bosques, aguas y áreas para crecimiento urbano, nos encontramos con tierras
cuyo fin es aportar recursos para las cajas de comunidad que, por tanto, pueden
ser entregadas a título de censo a cultivadores indígenas, mestizos de color o
blancos, para su explotación dando lugar para la presencia de productores no
indígenas dentro de los límites del propio resguardo[12]
Este planteamiento, vulnera la supuesta
intención inicial de proteger a los indígenas a través de la figura de
resguardo. A su vez explica o puede
explicar la existencia de latifundio en terrenos pertenecientes a antiguos
resguardos indígenas.
Probablemente el mecanismo de “títulos de
censo” o los arrendamientos de áreas del resguardo, expliquen la presencia en
estos de productores no indígenas. El siglo XVll y el XVIII son testigos de
innumerables conflictos entre indígenas y otros pobladores por el uso de los
terrenos pertenecientes al resguardo.
Con el nacimiento de la República, posterior
a la guerra de independencia, con la concepción de que todos somos ciudadanos,
iguales ante la ley, pierde sentido la figura del resguardo, creándose la
necesidad de resolver lo concerniente a los destinos de esos territorios, muy
golpeados por las distintas circunstancias que se presentaron en los siglos
precedentes y que vulneraron tantas veces la fragilidad jurídica que defendía
estos espacios.
Así en el mismo siglo XX se presentan
distintos litigios para dilucidar el destino de estos espacios. En nuestro caso
tenemos la situación que se presenta en 1912, cuando un ciudadano llamado Juan
Antonio Molleja, en su condición de
comunero ocupante de los terrenos correspondientes al antiguo resguardo
indígena, promovió la “partición” de estos, a lo cual se enfrenta otro
ciudadano de nombre Raimundo Sangronis, planteando que no era posible realizar
la referida partición porque no se había delimitado debidamente el resguardo.
Como resultado de estas diferencias, se nombra un agrimensor de nombre Antonio
Sebastián Briceño, quien asume la tarea de medir los terrenos y establecer las
delimitaciones a que hubiera lugar. Posterior a esto, una vez finalizado el
trabajo de medición, “El agrimensor
presentó el plano topográfico de los terrenos correspondientes a los resguardos
indígenas . . .”[13]
y un informe escrito donde se establece que el resguardo tiene diez mil
hectáreas, de las cuales algo más de 9.952 hectáreas corresponden a 206
poseedores u ocupantes; 24 al ferrocarril Bolívar y algo más de 23 hectáreas a
caminos y carreteras.
En este documento se menciona a Las Veras y a
la hacienda del General Asuaje: “Al General Argenis Asuaje en “Las Veras”,
quinientas ochenta y ocho hectáreas diez y seis áreas, caserío “Las Veras”
cuarenta hectáreas y cincuenta y cinco áreas”[14].
También aparece en el mismo documento, el mencionado señor Molleja con varias
propiedades que suman más de mil hectáreas. Esta situación nos evidencia que en
el sector de Las Veras, que estaba dentro del resguardo, ocurrió una
transferencia de esos terrenos a manos privadas. Precisemos aquí que esas
cuarenta hectáreas pertenecientes al caserío fueron compradas por los vecinos
al General Asuaje, aunque el documento de compra venta se protocolizó en 1913.[15]
Agreguemos a esto el hecho de que en 1837 se
adjudicaron terrenos baldíos a 145 personas, “Un total de 118 hectáreas en su
mayor parte para cultivos, 13 ocupantes en 9 hectáreas para cría en El Pegón, y
el resto que ocupan agricultores en los sitios de Las Veras, Liena, Naranjillo,
El Guayabo, La Vega y la Fuente.”[16] De tal suerte que ya para 1837 se menciona a
Las Veras como un sitio ya ocupado, por agricultores. Sería interesante hacerle
seguimiento a los apellidos que aparecen beneficiados por esta medida. La misma
referencia a este repartimiento de terrenos baldíos se hace en el libro de
Oneiver Araque: El Templo San Juna
Bautista de Duaca.[17]
Entienden estos autores que estas
adjudicaciones son demostrativas de la promoción de las actividades agrícolas
en una nueva etapa en la evolución socioeconómica en el municipio. Recordemos
que, precisamente cuatro décadas más
adelante se inicia la curva ascendente en la producción cafetalera que le dio
tanta fama a Duaca, La Perla del Norte, hasta su decaimiento, producto del
derrumbamiento de los precios del café a raíz de la crisis económica mundial
que se inicia en 1929.
Podemos observar entonces, como se cumplen en
el caso de Las Veras algunas de las situaciones a las cuales referimos líneas
atrás: el caserío nace dentro de una hacienda, al calor de la cual se fueron
agrupando familias enteras. Probablemente fueron los peones de aquella hacienda
parte de sus primeros pobladores. Así,
también podemos colegir que la suerte que corre el municipio Crespo, cuya
principal fuente de riqueza y desarrollo socio-cultural lo constituyó el
cultivo de café, articulado al mercado internacional, una vez presentada la
gran crisis del 29 que derrumbó los
precios del café llevando a la quiebra a grandes, medianas y pequeñas haciendas
cafetaleras, también la corre el caserío Las Veras, manteniéndose deprimido
demográficamente y al margen del crecimiento (que no desarrollo) económico de
nuestra capital larense, y las principales ciudades de la región, cumpliéndose
una premisa tan propia de nuestros países
latinoamericanos marcados por
toda suerte de desequilibrios.
FUENTES UTILIZADAS
A) Documentales:
1.
REGISTRO PÚBLICO SUBALTERNO DEL DISTRITO CRESPO.
Protocolo Primero del primer cuarto trimestre de 1.917. Nº 7. Folios del 6 al
11.
2.
REGISTRO PÚBLICO SUBALTERNO DEL DISTRITO CRESPO.
Protocolo del primer trimestre de 1.913. Nº 66. Folios 73 y 74.
B) Bibliográficas:
1. Agagliate,
Renato. De Aroa a Duaca o Por Otra Vía. Duaca. Fondo Editorial Buría.
1.994. 77 páginas
2. Alvarado
Durán, Guillermo. Duaca, La Perla Del Norte. Imprenta Oficial del Estado Lara.
1.999. 186 páginas
3. Araque,
Oneiver Arturo. El Templo San Juan Bautista de Duaca. Duaca. Oficina del
Cronista Oficial del Municipio Crespo. 2.002. 144 páginas
4. Arostegui,
Julio. La Investigación Histórica: Teoría y Método. Barcelona-España.Editorial
Crítica. 1.995. 460 páginas
5. Block,
Marc. Apología de la Historia o el Oficio de Historiador.
Barquisimeto-Caracas. Fondo Editorial Buría y Fondo Editorial Lola Fuenmayor.
1.986. 232 páginas
6. Cardoso,
Ciro y H: Pérez Brignoli. Los Métodos de La Historia. México. Editorial
Grijalbo. 1.979. 439 páginas
7. ____________________.
Historia
Económica de América Latina. Barcelona, España. Editorial Crítica. 232
páginas
8. Giménez
Lizarzado, Carlos. Duaca En La Época Del Café, 1870-1.935. Duaca. Oficina del
Cronista Oficial del Municipio Crespo. 2.001. 158 páginas
9. Hobsbawm
Eric. Sobre la Historia. Barcelona, España. Editorial Crítica.333
páginas
10. Lefebvre
Henri. La Revolución Urbana. Madrid. Editorial Alianza. 199 páginas
11. Rojas,
Reinaldo. El Régimen De La Encomienda En Barquisimeto Colonial, 1530-1810. Caracas.
Ediciones de la Biblioteca EBUC. 2.004. 291 páginas
12. _______________.
Historia
Social De La Región De Barquisimeto En El Tiempo Histórico Colonial. Caracas.
Academia Nacional de la Historia. 1.995. 409 páginas
13. _______________.
De
Variquecemeto a Barquisimeto. Siete Estudios Históricos Barquisimeto. Fondo Editorial Buría.
2.002. 395 páginas
14. Vallenilla,
Lanz.
Disgregación e Integración. Obras Completas. Tomo II. Fondo Editorial
Lola de Fuenmayor. Centro de Investigaciones de la Universidad Santa María.
Caracas. 1.984. 427 páginas
C) Hemerográficas
1. Panorama.
De Hatos a Urbanizaciones. Reportaje
realizado por Janette Yépez Palencia. 27 de Enero de 2008. P. 1-2
D) Testimoniales
1. Entrevistas
realizadas durante los meses mayo, junio y julio de 2.006 a varios ancianos de
Las Veras en la Escuela Bolivariana Las Veras.
[1] Eric Hosbbawm. Sobre la
historia. 2002. P. 177
[2] Reinaldo Rojas. El Régimen
de la Encomienda en Barquisimeto Colonial 1530-1810. 2004.P. 217
[3] Reinaldo Rojas. De
Variquecemeto a Barquisimeto. Siete Estudios Históricos. Barquisimeto.
2.002. PP. 365-366
[4] Mendoza, Ramón: Pasajes de Las Veras. “Entrevistado por Douglas
Chourio en la Escuela Bolivariana Las Veras el
06 de mayo de 2.006”. (Fuente testimonial directa)
[5] Garrido, Francisco: Pasajes de las Veras. “Entrevistado por
Douglas Chourio en la Escuela Bolivariana Las Veras el 18 de mayo de 2.006”. (Fuente testimonial
indirecta)
[6] Ciro Cardoso y Héctor Pérez B. Historia Económica de América Latina. Sistemas Agrarios e Historia
Colonial. 1979. P. 82
[7] Laureano Vallenilla Lanz. Disgregación
e Integración. Obras Completas. Tomo II. 1984. P. 48
[8] Henri Lefebvre. La
revolución Urbana.1976. P. 10
[9] Renato Agagliate. De Aroa a
Duaca o Por otra Vía. Duaca, 1.994. P. 9
[10] Reinaldo Rojas. Historia
Social de la Región Barquisimeto en el Tiempo Histórico Colonial 1.530-1.810.
1995. P. 58
[11] Ibid. P. 59
[12] Ibid. P. 209
[13] REGISTRO PÚBLICO
SUBALTERNO DEL DISTRITO CRESPO. Protocolo Primero del primer cuarto trimestre
de 1.917. Nº 7. Folios del 6 al 11.
[14] Ídem.
[15] REGISTRO PÚBLICO
SUBALTERNO DEL DISTRITO CRESPO. Protocolo del primer trimestre de 1.913. Nº 66.
Folios 73 y 74.
[16] Carlos Giménez Lizarzado. Duaca
En La Época del Café, 1.830-1935. Duaca.2.001. P. 50
[17] Oneiver Arturo Araque: El
Templo San Juan Bautista de Duaca. Duaca. 2.002. P. 81
Comentarios
Publicar un comentario