Aportes de Eric Hobsbawm al Concepto de Estado Nacional



 Aportes de Eric Hobsbawm al Concepto de Estado Nacional

Resultado de imagen para caricatura de eric hobsbawmEric John Ernest Hobsbawm, británico (Alejandría, Egipto, 1917- Londres, 2012).  Publicó entre otros libos libros:Las Revoluciones Burguesas (1962), La Era del Capitalismo (1975), El Mundo del Trabajo (1984), La Era del Imperio. 1875-1914 (1987), Naciones y Nacionalismo Desde 1780 (1990), Historia del Siglo XX (1995), Años Interesantes (autobiográfico) (2002), Sobre la Historia (2002), Entrevista Sobre El Siglo XXI (2000) y Guerra y Paz en el Siglo XXI (2007)..
 
"Naciones y Nacionalismo desde 1780" es el libro que usaremos de este intelectual marxista para revisar sus aportes al tema del estado y la Nación. Hobsbawm refiere a lo novedoso del término nación, en el sentido moderno. Así como la dificultad para llegar a un acuerdo con relación a su significado exacto, parece no encontrar los criterios para decidir cuándo nos encontramos frente a una nación. Cita la famosísima conceptualización de Stalin: “Una nación es una comunidad estable, fruto de la evolución histórica, de lengua, territorio, vida económica y composición psicológica que se manifiesta en una comunidad de cultura.”[1] Considerado como uno de los mejores esfuerzos por establecer unos criterios de definición, que junto a otros intentos también ha fracasado, en tanto al aplicar el concepto a la realidad mundial se encuentran casos de naciones que no reúnen todas estas características y otras agrupaciones humanas que reuniendo tales características no son consideradas nación y en algunos casos ni siquiera espiran a serlas.


El autor realiza algunas afirmaciones, desde las cuales parte en su análisis:
El nacionalismo como principio congruente que afirma la unidad política y nacional, el cual se impone a todas las obligaciones públicas. Entiéndase obligaciones públicas como deberes políticos.

El concepto de nación es nuevo. Se refiere  a cierta clase de estado territorial moderno, el Estado-Nación. Las nacionesforman parte de la invención de los nacionalistas y los Estados en determinadas circunstancias históricas.
La política, la tecnología y la transformación social se interceptan en el asunto de la nación (o la cuestión nacional como la llamaban los marxistas de comienzos de siglo pasado). Por más intenciones de formar Estados Nacionales que pudiesen tener determinados grupos o sectores sociales, les resultará imposible si no existe un adecuado desarrollo económico y tecnológico.


La mayoría de los estudiosos de hoy estarán de acuerdo en que las lenguas nacionales estándar, ya sean habladas o escritas, no pueden aparecer como tales antes de la imprenta, la alfabetización de las masas y, por ende, su escolarización. Incluso, se ha argüido que el italiano hablado popular, como idioma capaz de expresar toda la gama de lo que una lengua del siglo XX necesita, fuera de la esfera de la comunicación doméstica y personal, sólo ha comenzado a construirse hoy día en función de las necesidades de la programación televisiva nacional. Por consiguiente, las naciones y los fenómenos asociados con ellas deben analizarse en términos de las condiciones y requisitos políticos, técnicos, administrativos, económicos y de otro tipo.[2]

Las naciones son fenómenos duales, es decir sólo pueden entenderse si se analizan desde arriba y desde abajo. Desde la perspectivas de los líderes y de la gente común.

Inicialmente (fines del siglo XVIII y comienzos del XIX), la idea de nación sólo se asociaba a la unidad e independencia política. Esto es, en la era revolucionaria, cuando se inician las naciones modernas (Estados-Nación en Europa, España, Alemania, Francia, Inglaterra, principalmente, y E.E.U.U.). En el caso especial de Estados Unidos, se evitaba el uso de la palabra nación para escapar de conflictos ante la gran heterogeneidad que caracterizaba a esa sociedad norteamericana. Se usaban términos como “pueblo”, “unión”, “confederación”, “nuestra tierra común”, “bienestar público”, “el público”, “la comunidad”.

El Estado era expresión de la soberanía política de la población. Hay que insistir: se está haciendo referencia a la etapa revolucionaria (fines del siglo XVIII y comienzos del XIX) en Europa occidental, principalmente. Para esos momentos, ni la lengua, ni la etnicidad, ni la religión, ni el territorio ni los recuerdos históricos comunes, podían considerarse definitorios con relación a la conformación de las naciones nacientes.  Lo que privaba en el concepto, y aquí Hobsbawm se vale de afirmaciones hechas por Pierre Vilar, eran los intereses comunes sobre los intereses particulares y los privilegios. Quienes  coincidían en trabajar en esta misma dirección, indistintamente de cualquier diferencia, formaban parte de una misma unidad en formación y ejercían una soberanía e independencia política, es decir, pasaban a formar una nación en el sentido moderno. Se cita el asunto de la revolución francesa, en los casos de los alsacianos y gascones quienes por supuesto hablaban sus propios idiomas y eran considerados franceses con todos los derechos y deberes políticos y sociales propios de todos los nacionales. A pesar de la insistencia de los jacobinos en que los ciudadanos franceses para ser considerados tales debían hablar francés, la mayoría de los ciudadanos hablaban otras lenguas y muy pocas personas sabían leer y escribir francés o cualquier otra lengua.

Se considera al siglo XIX como el siglo en el cual las sociedades asumieron como tarea principal la conformación de las naciones. Es decir, el siglo XIX es el siglo de las naciones. Es significativo también que sea esta, precisamente la era del liberalismo económico. Concepción que se enfrenta a la participación del Estado en los asuntos económicos. Es curioso porque se trata de conceptos aparentemente contradictorios. Pero en la práctica, los epígonos y beneficiarios del liberalismo económico se han favorecido de la gestión del Estado, el mismo Estado que como se dijo en líneas anteriores, creó a la nación.
El Estado fomentó la economía nacional a través de:
·         La creación de los bancos nacionales.
·         La responsabilidad pública de las deudas del estado
·         La creación de la deuda nacional. En la mayoría de los casos a favor de proyectos que beneficiaban a los empresarios.
·         Protección de las manufacturas por medio de aranceles elevados
·         El establecimiento de la obligatoriedad de la contribución indirecta.

Esto sin mencionar el cometido del Estado en todo lo relacionado a la vialidad, educación, salud y demás servicios (electricidad, agua potable, comunicaciones), protección a la propiedad, etc. que  reportaban beneficios inmediatos a las actividades económicas). Nación significa implícitamente, economía nacional. Aunque para Adam Smith (1723-1790) quien en 1776 publicó “Investigación Sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones” no había una colectividad más importante que la empresa. Smith, asegura   en su libro que el bienestar de las naciones solo podía asegurarse con el bienestar de las empresas, las cuales debían contar con la absoluta libertad para su actividades productivas y comercializadoras. 

Hobsbawm nos dice que en 1834 John Rae, refutó a Smith, planteando que los intereses individuales y nacionales no eran idénticos, es decir que la búsqueda del interés propio no necesariamente se convierte en la maximización de la riqueza de las naciones. “En todo caso, la nación significaba economía nacional y su fomento sistemático por el Estado, lo cual en el siglo XIX quería decir proteccionismo”[3] es decir, todo lo contrario a liberalismo.

Finalizada ya la etapa revolucionaria de la construcción de las naciones en Europa, el liberalismo burgués, establece como criterios  para determinar la viabilidad de una sociedad para convertirse, llamarse o considerarse nación, lo siguiente:
·         Asociación histórica a un Estado.
·         Existencia de una antigua élite cultural, poseedora de una lengua literaria y administrativa nacional y
·         Demostrada capacidad de conquista de otros territorios y sociedades.

Revisados estos criterios y sobre todo el último, no se puede dejar de coincidir con Hobsbawm cuando afirma:

Pero si el único nacionalismo históricamente justificable era el que encajaba en el progreso, es decir, ampliaba, en vez de restringirla, la escala en la que funcionaban las economías, sociedades y culturas humanas. ¿Cuál podría ser la defensa de los pueblos pequeños, las lenguas pequeñas, y las tradiciones pequeñas, en la inmensa mayoría de los casos, sino una expresión de resistencia conservadora al avance inevitable de la historia? La gente, la lengua o la cultura pequeña, encajaba en el progreso sólo en la medida que aceptara la condición de subordinada de alguna unidad mayor o se retirase de la batalla para convertirse en depositaria de nostalgia, si aceptaba la condición de mueble viejo de la familia . . .” [4]


En la etapa post-revolucionaria del desarrollo del concepto de nación y por supuesto (y ante todo) de las naciones mismas, se consideran otros elementos además de la unidad y la soberanía política, tales como la etnicidad, el territorio, la lengua, la religión, la memoria colectiva y otros elementos de la cultura. A partir de 1880 el debate en torno a la “cuestión nacional” se profundiza y se intensifica, sobre todo, entre los socialistas. 

En la segunda internacional los debates en torno a lo nacional cobraron una importancia central. Hay que recordar que los socialistas marxistas, principales animadores de la primera y segunda internacional, eran declaradamente internacionalistas y consideraban inicialmente el discurso nacionalista como una trampa ideológica que alejaba a los proletarios del mundo de sus auténticos objetivos históricos: la revolución proletaria y la dictadura del proletariado.

Entre 1830 y 1878 se consolidan la mayoría de las naciones europeas y a partir de este momento, los sentimientos y actitudes de la gente corriente con relación al nacionalismo, cobra una significación distinta a la que se tenía durante la época revolucionaria. En este sentido, afirma nuestro autor:

El problema que tenemos delante deriva del hecho de que la nación moderna, ya sea como estado o como conjunto de personas que aspiran formar tal estado, difiere en tamaño, escala y naturaleza de las comunidades reales con las cuales se han identificado los seres humanos a lo largo de la mayor parte de la historia, y les exige cosas muy diferentes. Utilizando la útil expresión de Benedit Anderson, diremos que es una “comunidad imaginada” y sin duda puede hacerse que esto llene el vacío emocional que deja la retirada o desintegración, o la no disponibilidad de comunidades y redes humanas reales, pero sigue en pie el interrogante de por qué la gente, después de perder las comunidades reales, desea imaginar este tipo concreto de sustituto. Puede que una de las razones sea que  en muchas partes del mundo los estados y los movimientos nacionales podían movilizar ciertas variantes de sentimientos de pertenencia colectiva que ya existían y que podían funcionar, por así decirlo, potencialmente en la escala macropolítica  capaz de armonizar con estados y naciones modernos.  A estos lazos los llamaré “protonacionales”.[5]

Se evidencia de esta afirmación del historiador una de las máximas del marxismo: “toda nueva sociedad nace en el seno de la anterior”. Estos lazos los denomina Hobsbawm como supralocales, que se refieren a los sentimientos que vinculan a los miembros de distintas localidades y les permiten cierto sentido de pertenencia o semejanza; y en segundo lugar están los lazos y códigos de las élites vinculados a las instituciones del  Estado y que terminan por generalizarse dentro del resto de la población. Se puede afirmar que los lazos protonacionales se mueven horizontal y verticalmente.

Sin embargo, ambos enlazamientos están lejos de constituir por sí  mismos, elementos que se identifiquen linealmente con la concepción moderna de nación en tanto “unidad de organización político territorial” como criterio fundamental. 

Por otro lado, reconoce el historiador lo difícil que resulta  conocer exactamente lo que constituye el Protonacionalismo popular en tanto que la abrumadora mayoría de la población europea del siglo XIX era analfabeta. Aun así, se aventura a considerar una serie de elementos que él conceptualiza como constituyentes del Protonacionalismo popular tales como la lengua, la etnicidad y la religión. Añade también la conciencia de pertenecer o de haber pertenecido a una entidad política duradera.  Así también revisa la importancia de la imprenta, tal cual como fue referida en un principio.


En torno a la lengua puede resumirse de la exposición del autor:

·         Es el primer elemento para establecer semejanzas dentro de los grupos y por ende las diferencias con otros.

·         Antes de la generalización de la enseñanza primaria no puede hablarse del surgimiento de las lenguas nacionales

·         Las lenguas maternas que se hablaban cotidianamente y en el seno de los hogares y que eran transmitidas de generación en generación no pueden considerarse como lenguas nacionales.
·         Las lenguas nacionales no se crean espontáneamente. Son producto de la voluntad de las élites que dirigen los Estados Nacionales.

·         En tal sentido, las lenguas nacionales, son casi siempre conceptos semiartificiales. Creaciones culturales de una élite.

·         Las afirmaciones anteriores tampoco pueden negar el contenido popular que pudieran tener las lenguas nacionales.

·         Si bien la lengua no es un elemento central en la formación del Protonacionalismo puede convertirse en un importante elemento constitutivo del nacionalismo, en tanto que (y aquí se vuelve a apoyar en Benedit Anderson):

o   Crea una comunidad de esa élite que la usa. Esa comunidad intercomunicante que lo hace en un territorio determinado  puede servir de modelo o proyecto piloto para una comunidad mayor: la nación. Esta minoría debe tener el suficiente peso político para influir sobre el resto.
o   Al ser publicada (aquí se evidencia la importancia de la imprenta, como elemento fundamental del desarrollo tecnológico) adquiere una especie de ilusión de permanencia, de imperecedera.

·         La lengua oficial o lengua de los gobernantes (la que se escribía en sus documentos) se convirtió en la lengua real de los Estados Nación modernos.

·         Al multiplicarse los Estados, se multiplican las lenguas y no al contrario. Nacionalismo lingüístico se refiere a la lengua de la escuela y a la oficial (la que aparece en los documentos oficiales.

·         Con respecto a la etnicidad plantea Hobsbawm:

·         Casi siempre está relacionada con el origen y la descendencia comunes. Sin embargo, es muy difícil observar esto en la realidad de los Estados Nación y mucho menos en sus comienzos.
·         La población de los grandes Estados Nación es casi invariablemente muy heterogénea.
·         Sin embargo, la etnicidad podría constituir un elemento aglutinante en aquellas poblaciones ubicadas en extensas áreas territoriales que carecían de organizaciones políticas comunes de importancia.

·         La importancia de la etnicidad con respecto a la concepción de nación puede referirse  a lo siguiente:
o   Ha funcionado históricamente como divisor vertical y horizontal antes de la era del nacionalismo moderno. Es decir, diferenciador dentro de las sociedades como con relación a los “otros”.
o   La etnicidad “visible” tiende a ser negativa. Se refiere más a los otros que al propio grupo que se presupone es homogéneo aunque no lo sea.
o   Cuando la etnicidad se combina con elementos políticos y de Estado crean condiciones para la conformación nacional.

De los vínculos de la religión con el fenómeno de la nación, se puede resumir:

·         Religión y conciencia nacional pueden estar muy relacionados como en el caso de Polonia, Irlanda y los árabes (estos mayoritariamente musulmanes).

·         La religión ha sido una vieja forma de establecer lazos fuertes a través de prácticas comunes y una especie de fraternalidad entre personas que de no ser por esto no tendrían casi nada más en común.

·         La lealtad a la religión a veces compite con la lealtad a la nación.   

·         Las grandes religiones (las creadas entre el siglo IV antes de nuestra era y el siglo VII después de nuestra era) son de carácter transnacional. Estas religiones impusieron limitaciones a las expresiones religiosas étnicas, en aquellas regiones donde se desarrolló el Estado Nación.

·         La religión no es una señal necesaria de la protonacionalidad. Si lo son, en cierta medida, los íconos religiosos para el nacionalismo moderno. Así también, algunos rituales y prácticas colectivas.

·         Estos íconos, símbolos y prácticas colectivas, sin embargo suelen ser muy amplios o limitados para representar una protonación. Los íconos más satisfactorios son los que se asocian a alguna forma específica de Estado.

De lo anterior puede colegirse que los elementos populares de Protonacionalismo son significativos  en el proceso de crear naciones pero no determinantes en última instancia. Para encontrar los elementos determinantes hay que revisar lo referente a los Estados Nacionales, sus elites y desarrollo económico y tecnológico. 

Las naciones, los nacionalismos y los Estados Nación han transcurrido por distintos momentos históricos, y en cada uno de estos momentos han tenido distintas características o maneras de presentarse.  

 Así también se puede decir que hay diferencias notables entre los llamados países desarrollados o del primer mundo (que han practicado el imperialismo o el colonialismo) y los que han sufrido la influencia sojuzgadora de estos (los llamados colonias, neocolonias, países dependientes, del tercer mundo o subdesarrollados). 

Una primera etapa revolucionaria (en Europa), cuando la burguesía emergente desplaza del poder a los regímenes monárquicos. Esto va desde mediados del siglo XVIII  hasta la segunda  o tercera década del siglo XIX. 

Una etapa más conservadora desde la tercera década del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX, cuando triunfa la revolución de octubre, que se caracteriza por ser una etapa de consolidación de los estados nacionales  y el avance de una etapa imperialista,  durante esta etapa se inventa la palabra “Nacionalismo”, a partir de 1870. 

A partir del triunfo de la revolución bolchevique,  el nacionalismo toma un rostro ultraderechista y fascista en Europa pero en los países del llamado tercer mundo, el discurso nacionalista es reivindicado por los sectores de izquierda (sobre todo por los comunistas de estos países), en reclamo del derecho a la autodeterminación, la soberanía, el control sobre las riquezas naturales, las identidades culturales nacionales asociadas al derecho de autogobernarse, entre otros.

 Desde la década de los ochenta del siglo XX a esta fecha, las naciones y el nacionalismo como el Estado Nación vienen siendo atacados por las concepciones neo liberales que plantean la necesidad del libre movimiento de las mercancías en una economía globalizada y transnacionalizada. Para la economía globalizada, el Estado Nación representa un verdadero obstáculo con todas sus reglas y mecanismos de protección de sus respectivas economías nacionales.

Para continuar revisando los rasgos del Estado Nación en su etapa postrevolucionaria europea, se enumeran las siguientes características:

·        Información: El Estado está informado acerca de la vida de sus ciudadanos. Esto a través de censos (que se generalizan a partir de mediados del siglo decimonónico), registros (de matrimonios, nacimientos, muertes, transacciones, propiedades, entre otras), las policías, los ejércitos, las escuelas.
·        Legitimidad: Los gobernantes trabajan por ganarse la fidelidad de sus gobernados. Esto a través del sistema de representación por elecciones.
·        Lealtad: El estado trabaja por convertir la lealtad al Estado y a la Nación como la principal lealtad de los ciudadanos. Aquí, de alguna forma, entra el patriotismo de Estado como una especie de religión cívica, como lo planteaba Rousseau.
·        Ciudadanía: La nación asociada a un pueblo con deberes y derechos políticos.
·        Soberanía: El Estado ejerce el poder en nombre y representación del pueblo soberano.

Esta simplificada presentación de las características principales del Estado Nación, una vez terminada la etapa revolucionaria, se soporta en el desarrollo tecnológico y económico históricamente determinado, en especial en el desarrollo de la metalurgia, la química, la industria textil, el transporte y la comunicación. Especial significación lo representa la imprenta como oportunidad para homogenizar la lengua y conformar y consolidar las llamadas lenguas nacionales, a lo que necesariamente se suma la generalización de la educación primaria, la alfabetización, la prensa escrita y más adelante la invención de la radio y la televisión.


[1]Citado en Eric Hobsbawm: Naciones y nacionalismo desde 1780. 2000. Pág. 13
[2]Ibíd. P. 18
[3]Ibíd. P.  38
[4]Ibíd.  P. 50
[5]Ibíd.  P. 55

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